Ah, la dignidad

Santiago González, EL MUNDO, 1/9/12

El amor a los pobres de la ex novicia Viridiana la lleva a acogerlos en su casa. En reciprocidad, ellos organizan una bacanal y la violan. Buñuel hizo en esta película un retrato sutil del buenismo, no tanto por el personaje pánfilo de Silvia Pinal, sino por el del descreído Paco Rabal. Cuando ve pasar un carro que lleva atado al eje un perro famélico, Rabal compra el perro al dueño y, apenas empieza a recrearse en su obra, ve pasar otro carro, con otro carretero y otro perro atado al eje.

Si Rabal hubiera sido ministro del Interior o juez de Vigilancia Penitenciaria, habría comprado también el segundo perro. La gestión de la lucha antiterrorista es una decidida voluntad de no aprender de la experiencia. La cadena de errores cometida desde el traslado de Uribetxeberria plantea una primera cuestión: por qué parece creer el Gobierno que los médicos de León no son adecuados.

El segundo es dar por bueno un informe médico en el que no figuran ni los números de colegiados de los autores. En una farmacia se negarían a despachar una receta así. El tercero son los conceptos del ministro sobre el arte de la prevaricación como delito que se puede cometer por atenerse a la letra de la ley. El cuarto es el auto del juez De Castro. El sintagma explicativo de su decisión es: humanidad y dignidad (ocho veces). Y cita una vez más dignidad en combinación con libertad.

En febrero de 2007, estaba en huelga de hambre De Juana. Rajoy instó al Gobierno a no concederle beneficios porque «ni se ha arrepentido ni ha pedido disculpas». De Castro excarceló a De Juana, hoy feliz prepapá, por la misma humanidad que a Uribetxeberria. Regía el mismo error Rubalcaba, creer que la ley obliga a aquello que sólo permite.

La humanidad es una prosopopeya del Estado democrático y la dignidad, otra del preso enfermo, concepto expresado por De Castro: «Junto al derecho a la vida, la dignidad humana reclama el derecho a una muerte digna». ¿El derecho que tenía tu amigo a no ser asesinado es tan respetable como el de su asesino a recibir cuidados paliativos por una enfermedad irreversible? La misma comparanza jode. Reconocer el derecho a una muerte digna no está al alcance de un juez. Uribetxeberria podrá morir en libertad y al calor de los suyos, pero no en dignidad. Quien asesinó al guardia Leal Vaquero como lo hizo, quien llevó al borde de la muerte a Ortega Lara y no se ha arrepentido, ha renunciado a su dignidad. Cuando muera, se cumplirá la necesaria distinción hecha por Enrique Múgica tras el asesinato de su hermano: «Todos los muertos son iguales […]. Pero un ser humano, antes de morir, puede ser corroído por el odio y la violencia, o un ser humano de paz y tolerancia, como era mi hermano».

Santiago González, EL MUNDO, 1/9/12