IGNACIO MARCO-GARDOQUI-ABC

  • ¿Es presentable que todo un ministro desatienda la opinión de organismos independientes y sustente su razonamiento sobre una aprobación exterior que no existe?

En este país de nuestros dolores hemos llegado a una situación en la que no importa lo que se dice sino solo quién lo dice. Seguimos con las pensiones, lo siento. Sabemos que la reforma aprobada por el Gobierno pretendía equilibrar las cuentas del sistema. Como ocurre en estos casos en los que hay desequilibrios entre los ingresos y los gastos, la solución solo puede venir por un reparto de los sacrificios. O los que cobran cobran menos, o los que pagan pagan más. Es lo que ha hecho el Gobierno, pero lo ha hecho de manera muy desequilibrada. Los pensionistas no reciben ni un solo arañazo en sus derechos. Mientras que las empresas pagarán más y lo harán de manera creciente según pasen los años.

Esto incrementa la inequidad del sistema, algo que no le preocupa lo más mínimo al ministro Escrivá, que ve las cosas muy diferentes desde que ocupa el sillón de su controvertido Ministerio. Su propuesta ha recibido el apoyo de sus socios de Gobierno y del combo que les apoya en el Parlamento, así que superará el proceso de aprobación. Pero también ha sido recibido con críticas severas por parte de la Airef, que fue el organismo que dirigió antes de ser ministro y que sigue diciendo lo mismo que cuando él era director. A las críticas se ha sumado el Banco de España, que ve las mismas pegas de sostenibilidad que él niega ahora. (No lo hacía antes, pero como diría Carmen Calvo en clara analogía con el presidente que nos pastorea, Escrivá ‘antes’ no era ministro).

Hasta ahora se protegía de la lluvia de descalificaciones debajo de un paraguas de excepcional eficacia: en efecto, nos aseguraba que la Comisión Europea había aprobado su plan, de tal manera que quedaba allanado el camino para recibir la nueva remesa de fondos europeos. Bueno, pues ayer nos enteramos de que tal afirmación es falsa, pues Bruselas no ha emitido aún su veredicto final al respecto. Es cierto que hace tiempo que la Comisión se ha convertido en un organismo político dedicado, como todos los demás, a proteger su propia supervivencia y de ahí que nunca ose criticar de manera severa a los gobiernos de quien depende. Por eso es más que probable que, a tan pocos meses de unas elecciones que se aventuran apretadas, se lave las manos y le dé la razón, en la confianza de que ya no estarán allí cuando surjan los problemas. Pero, aunque así sea, ¿es presentable y admisible que todo un ministro desatienda la opinión de organismos independientes tan potentes y sustente su razonamiento sobre una aprobación exterior que no existe? Pues se admite y así se presenta. Ahí seguimos.