IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
Mientras continúan incesantes las malas noticias que nos llegan desde los sectores industriales, esta semana se han incorporado a la lista de las preocupaciones las procedentes del sector bancario. A las primeras se ha sumado Siemens Gamesa, una empresa de relevancia enorme en nuestro entorno y que llevaba tiempo emitiendo señales de alarma que culminaron hace poco con la dimisión, supongo que forzada, de su consejero delegado y se refuerzan con la salida ahora de tres directivos. Sin duda alguna 805 millones de pérdidas en un semestre son tantos millones que obligan a tomar decisiones drásticas. Sin embargo, sorprende especialmente por que, así como las empresas fabricantes de automóviles y sus industrias auxiliares se enfrentan a graves caídas de la demanda final, la energía es un sector que no parece estar afectado por las derivadas de la pandemia, como demuestran los brillantes resultados presentados por compañías como Iberdrola o Endesa. Claro que estas empresas están en la distribución y la comercialización de electricidad y Siemens, en la generación.

Ahora aparecen los bancos, acosados por la tenaza que suponen unos tipos de interés inexistentes y una regulación asfixiante, que ven cómo sus ingresos menguan y sus márgenes desaparecen. Lo primero ha venido para quedarse y lo segundo solo cambiará in extremis si se produce una situación generalizada de amenaza de insolvencias. La prohibición de reparto de beneficios, decretada por el Banco Central Europeo, alivia su tesorería, por más que decepcione a sus accionistas. Y todas las entidades han aprovechado (¿?) la situación para aplicarse en el semestre unas dotaciones de cuantía insospechada, destinadas a resituar en su valor actual las muchas decisiones anteriores que han resultado equivocadas.

La decisión les provoca pérdidas históricas, aunque todas las entidades se han apresurado a matizar que solo son apuntes contables que no afectan ni a su liquidez ni a sus niveles de solvencia. Es cierto, como también lo es que los resultados del negocio, excluidos esos ‘arreglos’ contables, son muy decepcionantes y muestran descensos relevantes frente a los obtenidos en años anteriores. También aquí el Covid ha hecho estragos.

Y todo ello desata de nuevo la rumorología de las fusiones, cuya conveniencia, o mejor necesidad inminente, es tan ampliamente sentida que no será una sorpresa cuando se produzca. Con los ingresos estancados, solo la reducción de costes podrá aportar márgenes y beneficios.