Juan Carlos Girauta-ABC

  • Correrán los años, y si no te desmarcas pronto -de verdad, con hechos- del premio al golpe no te lo perdonarás

Emiliano, ¿quién es ese correligionario tuyo que quiere decidir la estructura territorial de España en una mesa bilateral con el gobierno catalán? ¿Es un improvisador? Desde luego tiene que ser uno de esos supremacistas enloquecidos, pues atribuye a los catalanes el derecho a decidir el futuro de Castilla-La Mancha, Extremadura o Murcia por encima de castellano-manchegos, extremeños y murcianos. ¿Quién es? El ministro de Política Territorial, nada menos.

Lo afirmé en dos campañas, cada vez que me preguntaban por ti: el señor Page y yo tenemos la misma idea de España. Lo sigo creyendo. ¿Es posible que tú, mi presidente, el último de Filipinas, el único barón socialista que no comulga con la aberración de los indultos, vayas a defraudar a quienes representas? Tú, que no puedes soltar ante las cámaras lo que no crees cuando se trata de las cosas de comer: la igualdad ante la ley y la unidad de España.

Correrán los años, y si no te desmarcas pronto -de verdad, con hechos- de la autocracia en marcha, del premio al golpe y de la instauración de tres niveles de ciudadanía, no te lo perdonarás. Y la ciudadanía castellano-manchega será de tercera porque la lealtad se castiga en el sanchismo. Eres, Emiliano, el anti-Iceta, igual que Gabriel Mario de Coca fue el anti-Caballero. Pero ¿dónde está el libro, o dónde están las decisiones? Tan opuestos sois que tú permaneces sin tragar con los indultos a los golpistas y él fue quien primero los propugnó. Se tiró a la piscina antes que nadie para pasmo y escándalo de muchos conmilitones que ahora le acompañan en el baño de indignidad, con toda la equipación: el flotador de patito, la mendacidad, las aletas y la insignificancia. ¡Chapuzón, chapuzón! ¡Todos al fango, como hermanos!

Y vengan ahogadillas de Iceta a Vara, que intenta poner cara de disfrutar del bromazo mientras le abuchean. Pero tú, Page, no te has manchado. Y eso molesta a los de la charca. No puedes simular que gozas del castigo. La abyección sanchista te repatea. Pero algún día hay que hacer el milagro para ser santo, presidente. Y si los diputados nacionales sobre los que influyes no se apartan visiblemente en algún momento del camino de humillación y de vergüenza por el que Iceta y Sánchez les obligarán a transitar, os iréis todos por el desagüe de la historia con Su Sanchidad.

Y entonces, un buen día te veremos como vemos hoy a Alfonso Guerra, lamentando profunda e inútilmente la deriva que él mismo pudo evitar cuando presidía la Comisión Constitucional del Congreso y la prensa especulaba con ‘los cincuenta diputados de Guerra’. Dudo de que jamás existiera ese medio centenar de hombres buenos dispuestos a seguir al verdadero hacedor del PSOE moderno. Pero una cosa está clara: si Guerra se hubiera plantado cuando el maldito Estatut, ahora no tendría que darse golpes en el pecho por las salas de conferencias. Ahora o nunca, presidente.