Ahora

ETA no asumirá su derrota mientras alguien diga que la política va a ayudar a la solución: eso la rearma y reanima, como hemos visto en este proceso a ninguna parte que acabará en un volver a empezar. Habrá que negociar cuando digan que lo dejan; el resto es seguir creando expectativas para que vuelvan a las andadas. LLevamos demasiados años, no sólo por la habilidad de ETA.

Ahora es cuando se podría empezar a plantear la negociación. Ahora, cuando todo el mundo ha empezado a descubrir las dificultades que conlleva. Cuando el ministro del Interior, sabio por viejo y por sabio, conocedor de la verdad y la mentira en doctas proporciones, prudente en un tema que lo exige, declaró, que no acababa de arrancar el denominado proceso de paz, mientras todos los demás lo anunciaban como más que salido de su fase de rodaje, y acaba de plantear en Pamplona la incompatibilidad de prepararse para la violencia y el proceso. Ahora, antes que el derrotismo nos invada, es cuando habría que repensarlo todo aprovechando esta vuelta a la sensatez tras no haberse percibido conejo alguno saltar de la chistera del mago. Y ahora que los creyentes en fórmulas mágicas padecen la ducha fría del realismo es cuando debiéramos plantearnos la negociación. Cómo y para qué negociar con ETA.

La primera pregunta que debiéramos hacernos es si ETA está preparada para negociar, y debiéramos contestarnos, como en casi todas las cosas de la vida, que depende. ETA genéricamente no está preparada para negociar, mucho menos para negociar cuestiones políticas, menos todavía cuando nosotros apelamos a la política para darle una salida. ETA, como todo terrorismo que por duración, atentados y comportamiento ha demostrado acceder al fanatismo, sólo está preparada para vencer, no se ha planteado nunca renuncia alguna. Como todo totalitarismo está empeñada en aplicar sin oposición alguna, ni la interna que purgará inmediatamente, su abstracto y genérico proyecto pensado exclusivamente para garantizar que el único que tienen que dominar el futuro es ETA. No puede negociar porque, aunque algunos crean que podría hacerse partiendo de la autodeterminación – encontrando una fórmula vaga y equívoca como la de la nación que acabara asumiendo CiU- o de la territorialidad –reforzando aquella vieja fórmula de la dieta vasconavarra- a ETA, que en ningún caso asumiría esos sucedáneos, lo único que de verdad le importa es el poder. Autodeterminación y territorialidad son medios, instrumentos, su núcleo lógico es la violencia, refractaria, por consiguiente, a cualquier tipo de acuerdo.

¿Y entonces? Hasta que ETA no asuma su derrota, real y moral, hasta que no asuma la ineficacia, además, de la violencia ante un sistema democrático, hasta que no empiece a meditar sobre el coste de los sacrificio humanos, hasta que no diga que lo deja, no hay nada que hacer con negociación ninguna. Y no lo dirá mientras que alguien diga que la política va a ayudar a buscar la solución, porque eso la rearma y la reanima como hemos visto bien claro en este proceso a ninguna parte que acabará en un volver a empezar. Cuando diga que lo deja de una vez por todas entonces será una irresponsabilidad no ser partidario de la negociación que garantice su liquidación mediante su descrédito político y social y dé una solución humana a los presos y a los huidos de la justicia. Cuando digan que lo dejan es cuando hay que negociar, antes es imposible porque ETA lo imposibilita.

No sé si alguien ha pensado si no es ese ofrecimiento de negociación política –dicha de esa forma tan cursi de que la política pueda ayudar-, en la que sí que está interesado el resto del nacionalismo y a la que toda democracia debe estar abierta mientras sus interlocutores sean respetuosos con la ley, la que ha imposibilitado dar el carpetazo a una ETA agónica en los días anteriores a anunciar la negociación. Si concluyéramos que el acercamiento político a ETA es imposible, salvo que estemos dispuestos a dinamitar nuestra democracia, podríamos dejar de hacer el vaina de nuevo, y podríamos iniciar el camino para negociar, tan sólo, la forma de su liquidación.

Desde la incompatibilidad de ETA con la política democrática es desde donde debiera partirse para acabar con el último grupo terrorista que queda en la Europa occidental. El resto es prolongar su agonía y seguir creando expectativas para que chavales vuelvan a las andadas engordando la espiral de violencia que nos envuelve desde hace demasiados años. Demasiados años no sólo por la habilidad de ETA.

Eduardo Uriarte, BASTAYA.ORG, 5/12/2006