Del Blog de Santiago González
Francina Armengol es un personaje poliédrico y un sí es no es viscoso como corresponde a las más arraigadas tradiciones de la política balear. El Gobierno que preside esta buena mujer creó una Oficina Anticorrupción en diciembre de 2016 que había venido manteniendo una existencia melancólica, sin apenas actividad, al frente de la cual pusieron a Jaume Far, el funcionario mejor pagado de la Comunidad, que solo es superado por la presidenta Francina Armengol gracias a los pluses que complementan el sueldo de Armengol.
Bueno, pues todo llega y tres años largos después, la Oficina Anticorrupción ha recomendado revisar el plus de 1.850 euros al mes, 22.000 al año, los altos cargos del Govern que no residen en Mallorca. Los perceptores son en su mayoría miembros de Podemos, gente a la que había que colocar por haber perdido su cargo, escaño, etc. en las elecciones del 10-N. Sostiene la Oficina que ese plus que perciben los 19 altos cargos es una irregularidad, ya que todos ellos pasan más de 183 días al año en Palma o cualquier otro municipio de Mallorca, por lo que deberían estar empadronados en dichos municipios.
La parlamentaria de Ciudadanos, Patricia Guasp preguntó ayer a la presidenta balear, Francina Armengol, por el informe hecho público el pasado viernes por la Oficina Anticorrupción, pero Armengol ha dejado pasar la posibilidad de estrenar el apoyo del Govern a una recomendación de la Oficina. Como es de común conocimiento, el Gobierno balear está integrado por socialistas, Unidas-Podemos y Més per Mallorca. Francina Armengol argumentó que el plus existe desde hace 20 años para garantizar el derecho de los habitantes de Menorca, Ibiza y Formentera a participar en la política balear, confundiendo cargos electos que representan a sus islas con los cargos descritos, de gestión.
No parece que esta mujer se vaya a tomar muy a pecho la recomendación de la Oficina Anticorrupción. O la investigación de las menores tuteladas y prostituidas, dicho sea de paso. Pero Las Islas Baleares forman parte del Paisos Catalans, lo que el gran Albert Boadella bautizó como ‘M-7 Catalonia’. Hay ahí un microclima que abona esta suave tendencia a la corruptela, no importa que vinieran a regenerar. Nombres como María Antonia Munar, Jaume Matas, para qué abundar.
Todo esto había empezado con un patriota que construyó una nación para esquilmarla. Se llama Jordi Pujol i Soley y contó con el apoyo razonablemente entusiasmado de la izquierda. Vázquez Montalbán ya prefiguraba la condición de honorable la víspera de su apoteosis de multitudes siguiéndole hasta la Plaza de Sant Jaume. En El País, el 29 de mayo de 1984: “De Pujol se podrá pensar que ha sido un mal banquero, que es de la derecha camuflada o que es feo, pero nadie, absolutamente nadie en Cataluña, sea del credo que sea, puede llegar a la más leve sombra de sospecha de que sea un ladrón”.
Que nostre Senyor et conservi la vista. El líder feo, pero honrado, el honorable, vaya, acuñó desde el balcón el canon moral del 3 per cent: “A partir de ahora, cuando se hable de ética, de moral y de juego limpio, podremos hablar nosotros, pero no ellos”. En eso andan todavía.