ABC 15/12/15
IGNACIO CAMACHO
· El parecido no es coincidencia: Tangentópoli, la casta, la telecracia y la fragmentación política son importaciones italianas
EL modelo político español se aproxima cada vez más al italiano, sólo que copiando sus errores con veinte años de retraso. Cuando Italia empieza a intentar corregir los defectos de un sistema de inestabilidad congénita, diseñado en la posguerra para huir del hiperliderazgo fascista mediante un complejo equilibrio de pactos, España se dispone a triturar el que le ha proporcionado tres décadas de consistencia bipartidista. Cuando la larga sombra de Berlusconi ha dejado de proyectarse en las pantallas de una democracia catódica, aquí descubrimos la seducción tertuliana de los teleñecos. Cuando Renzi emprende la reforma de la ley electoral para apuntalar el peso de las mayorías, nosotros clamamos por aumentar el de las minorías. Cuando allí comienzan a desinflarse los outsiders surgidos del hartazgo antipolítico, sus réplicas hispanas se erigen en protagonistas electorales. Cuando ellos van de vuelta, nosotros de ida. Eso sí, sin la proverbial finezza del «itálico modo» que ya impresionase al marqués de Santillana.
Todo empezó en Tangentópoli. El fenómeno de corrupción institucionalizada que ha asolado la credibilidad de la política en España es un clon del que destruyó a principios de los 90 la estructura dirigente italiana. También como consecuencia de otra crisis económica que agitó una sacudida de descontento social contra las élites extractivas y la endogamia de los partidos. Aquello acabó, por cierto, con una eclosión populista respaldada por la telecracia berlusconiana; una inducida hegemonía de platós que los españoles hemos abrazado como si acabásemos de inventarla. El concepto de «casta» surgió igualmente en Italia, y fue allí donde Beppe Grillo lo convirtió, aprovechando el desencanto de la recesión, en la base de un exitoso proyecto de rebeldía urbana articulado en las redes sociales. Cualquier parecido no es mera coincidencia; más bien un trasunto de la célebre repetición, tragedia y farsa, de la historia según la fenomenología marxiana. Ahora vamos a por el siguiente capítulo del proceso, que es la fragmentación parlamentaria, con su secuela de legislaturas cortas y gobiernos precarios.
Pero como sentenció Felipe González, ese gatazo, a esta italianización le faltan… los italianos. Gente acostumbrada a los matices y al ajuste fino, especialista en salir mediante un oportuno volantazo de los apuros que ella misma provoca. En los dos últimos colapsos, la República se ha salvado recurriendo a la intuición y la experiencia de los viejos políticos, al instinto senatorial de unos canosos y a veces ancianos supervivientes rescatados in extremis del fondo de armario. Nosotros estamos todavía en la fase adanista, la de la fatwa contra el antiguo orden, la del complejo de Peter Pan sociológico. Quizá cada nación necesita vivir sus propios tiempos y la nuestra aún tiene pendiente su propio descubrimiento del Mediterráneo.