Luis Ventoso-ABC
- Lo mínimo que podía hacer Sánchez es reconocer que se equivocó
Con la mirada beatífica y la voz queda y pretendidamente empática de las grandes ocasiones, nuestro presidente compareció para empaquetarnos un «estado de alarma» de seis meses, que incluye desde ya un toque de queda de once de la noche a seis de la mañana. Por supuesto aseguró que la medida, que anulará libertades fundamentales, atiende a lo que le recomiendan «los científicos y los técnicos». Además, presumió de lo bien que manejó España la primera ola. Felicitó al pueblo español por su «disciplina social y resistencia», cuando la verdad es que hemos sido los reyes de la jarana. Se jactó de cómo está gestionando la segunda ola, alardeando de sus iniciativas. Nos explicó que su Gobierno «siempre ha defendido» la necesidad del «mecanismo constitucional del estado de alarma», y finalmente, respondió a algunas preguntas (o mejor dicho, no las respondió, pues en vez de contestar a lo que le plantean los periodistas se dedica a ignorar las cuestiones y divagar en largos parlamentos escapistas).
Aunque el reto sanitario, económico y social del Covid-19 es realmente tremendo, lo mínimo que podía hacer Sánchez es pedir disculpas por sus reiterados errores en la lucha contra la epidemia, donde ha ido dando palos de ciego con el método prueba-error y donde ha llegado tarde por dos veces. La historia que no quiere contar está ahí:
En enero, el Gobierno ya sabía que había un problemón en ciernes (así lo reconoció Simón en su spot publicitario con Calleja por Baleares). Pero hizo el avestruz hasta el 14 de marzo, cuando como ahora pasó de no hacer nada a imponer un drástico estado de alarma, uno de los más duros del mundo. Con esa gran idea se encerró a la población a cal y canto por tres meses y se provocó el mayor desplome del PIB de la OCDE. Pero a finales de junio, Sánchez da al virus por derrotado. El 4 de julio nos anima a disfrutar de la «nueva normalidad» y le empaqueta el embolado a las comunidades, y en agosto se marcha a tomar el sol a Canarias y Doñana. El Gobierno no vuelve a aparecer en la crisis sanitaria hasta mediados de septiembre, cuando a modo de cortina de humo que tape sus miserias emprende una guerra doctrinaria contra la Comunidad de Madrid. Hace diez días, el gran Simón -¿qué hace todavía ahí si no da una?- todavía nos decía que «da la sensación de que podemos estar en la fase de estabilización previa a un posible descenso». Pero ayer: «estado de alarma» al canto hasta el 9 de mayo. ¿En nombre de qué ciencia? No sabemos. El anterior «comité científico» resultó que no existía y del nuevo, si es que lo hay, no conocemos un solo nombre. El Gobierno de Sánchez e Iglesias ha dado un recital de improvisación y cortoplacismo. Ha confundido la gestión con la propaganda y ha llevado a España a presentar por dos veces uno de los peores registros del planeta. Por favor, al menos tenga el decoro de no restregarnos desde la televisión lo bien que lo hace.