José Luis Gómez Llanos-El Correo
- El pensador fallecido animó a la izquierda a centrarse en los movimientos sociales, un testamento de rabiosa actualidad
El sociólogo Alain Touraine, fallecido en París a los 97 años, fue una figura capital de la intelectualidad francesa e internacional. Desde sus primeros trabajos de campo en las fábricas Renault hasta sus últimos textos sobre las metamorfosis del capitalismo «especulativo», este viajero entusiasta nunca dejó de observar el mundo social, sus profundos cambios, sus nuevas fallas y también sus recursos de indignación y libertad. «Lo que me interesa, lo que intento sacar a la luz en todas partes, es el conflicto». Contar la historia de la sociedad y sus conflictos era la vocación de este intelectual extravagante y de curiosidad sin límites, formado en la doble escuela de la literatura y la liberación de su país de la ocupación nazi.
En los años 50, mientras estudiaba en Estados Unidos, se encontró con una conferencia del gran sociólogo conservador Talcott Parsons (1902-1979) y fue un ‘shock’: «¡Me puso enfermo, y en dos horas comprendí a qué me enfrentaba!», recordó. «Para Parsons, como para muchos estadounidenses que habían ganado la guerra, la sociedad era algo natural; vivían en ella como en una casa con techo y paredes. Me sentí inmediatamente incómodo en una sociedad que se había portado mal, se había derrumbado y ya no sabía lo que quería».
Gran estudioso de la historia y la economía, este académico siempre estuvo dispuesto a poner en práctica sus teorías, y nunca dudó en implicarse en política.
Investigador del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS) de 1950 a 1958, en 1956 creó el Centro de Investigación en Sociología del Trabajo de la Universidad de Chile. Comenzó su carrera con un estudio sobre los mineros del carbón chilenos y mantuvo estrechos vínculos con América Latina durante toda su vida. En Mayo del 68, fue uno de los que pidió la supresión de los exámenes para los estudiantes de ciencias sociales. Durante mucho tiempo estuvo cerca de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT) y de la «segunda izquierda» de Michel Rocard, y más tarde trabajó en la refundación de la ideología socialista.
Atento a las reivindicaciones de los grupos minoritarios, analizó tanto las huelgas francesas de finales de 1995 como el zapatismo en México, y apoyó la introducción de la paridad entre hombres y mujeres en la vida pública y la semana de cuatro días.
Abandonó estos prestigiosos estudios para interesarse por lo que más tarde se convertiría en su campo favorito: la evolución de una sociedad posindustrial, con todos sus conflictos, desigualdades y fracturas. «El cambio en el mundo no es solo creación y progreso; es primero y siempre descomposición y crisis», escribió en ‘La sociedad invisible’ (1977). El sociólogo también se pronunció sobre la crisis de los ‘chalecos amarillos’ en 2018. «Estamos entrando en un mundo nuevo, y hay gente que se está quedando fuera», aseguró.
Intelectual de izquierdas apreciado en la derecha, Alain Touraine se interesó por describir la dinámica del cambio social durante las ‘Trente Glorieuses’ -la expansión en la mayoría de países desarrollados entre 1945 y 1975- y después por el análisis de los movimientos sociales posindustriales, sin dejar de estar atento a los grupos minoritarios.
Entre su plétorica obra destacan ‘Sociología de la acción’ (1965), ‘El Movimiento de Mayo o el comunismo utópico’ (1968), ‘La sociedad posindustrial’ (1969), ‘Crítica de la modernidad’ (1982), ‘¿Qué es la democracia?’ (1994) y ‘Cómo salir del liberalismo’ (1999), que le valieron, entre otros, el prestigioso Premio Príncipe de Asturias 2010 de la Comunicación y Ciencias Sociales. Siempre creyó que la izquierda no había hecho su «revolución cultural».
Su nombre quedará unido a un campo de estudio -los ‘nuevos movimientos sociales’, como estudiantiles, feministas, ecologistas y regionalistas, surgidos en los años 70- y a un método de trabajo, el intervencionismo sociológico. Su intervencionismo social se inspiraba de los planteamientos del sociólogo norteamericano Charles Wright Mills (1916-1962), autor de ‘La imaginación sociológica’. Y a su vez fue el inspirador de la obra de Pierre Bourdieu ‘El oficio de sociólogo’ (1968).
«Tenemos que dejar atrás la calma tranquilizadora de las utopías y las profecías, incluso catastrofistas, y adentrarnos en el movimiento desconcertante pero real de las relaciones sociales generadas por los avances científicos y tecnológicos y sus desafíos éticos», repitió durante casi dos décadas tras cada derrota electoral de la izquierda. A modo de testamento sociológico y político, de rabiosa actualidad.