Tonia Etxarri-El Correo

Con el PNV a toda vela. Con ERC para sacar adelante su decreto de justicia. Y con Ciudadanos para la prórroga del estado de alarma y acuerdos puntuales. Estos son los mimbres que le permiten a Pedro Sánchez acusar al PP de no ser leal ni patriota por no «arrimar el hombro». Esas referencias tópicas que pretenden dejar a Pablo Casado confinado en el monte después de que el líder de la oposición, cansado ya de haber apoyado al Gobierno con tres votos afirmativos y una abstención, se ha plantado. A la quinta, el PP se apea.

El Gobierno de Pedro y Pablo recuperó ayer a ERC y tiene cogido de una mano a Ciudadanos, que votó en contra del decreto de justicia pero lo compensó con un voto afirmativo al de economía.

Sánchez volverá a pedir más plazos para su estado de alarma revisable. Esta vez, un mes más en lugar de quince días. Así espaciará las sesiones de control de la oposición que tanto le incomodan porque dejan al descubierto su fragilidad parlamentaria. La recomendación de La Moncloa a sus ministros estos días es que bajen el pistón en sus intervenciones. Perfil bajo. Que eviten insultar. Para situarse por encima del nivel de sus contrincantes. Pero ni por esas. Algunos no pueden atenerse al guión. El primero que lo incumple es el propio Sánchez. Tan indulgente con ERC y Bildu. Tan intransigente con el PP.

Pretende quitarse de enmedio el control quincenal del Congreso. Si la próxima semana Ciudadanos sigue en la puja, Sánchez podrá prescindir del necesario marcaje parlamentario. Tendrá que subir la cotización en el parqué del intercambio. El PNV ya ha pedido con urgencia una reunión de la mesa del Concierto. Muy pocos justifican ya la prolongación de la excepcionalidad. Por eso ponen precio a su apoyo. La Moncloa asegura que se tratará de un estado de alarma descafeinado pero con el control sobre nuestra movilidad. El caso es que si sus socios lo permiten, Sánchez ya no cumplirá con el precepto constitucional de dar cuenta del estado de alarma cada quince días. Si tiene suerte, nos plantaremos, confinados, en los últimos días de junio. Con Arrimadas dispuesta a creer que puede influir en la política económica intervencionista del Gobierno socialcomunista y con el PP enfrente. Con un plan alternativo, un equipo de sabios conocido y un gobierno en la sombra.

Por si acaso Feijóo y Urkullu quieren ir a elecciones cuanto antes. ¿Habrá garantías sanitarias para que acudamos a las urnas en julio? Si hubiera certidumbre, el lehendakari no consultaría fechas. Cuando convocó elecciones el 5 de abril no lo hizo. Pero se palpa el miedo al rebrote. A los contagios. Por eso Urkullu, hoy, consultará a los partidos. Responsabilidad compartida. Por si vienen mal dadas.