IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Los datos que muestran la evolución del empleo en el mes de mayo son espectaculares. Era de esperar. Si el mercado del trabajo se hundió, como consecuencia del parón de la actividad que indujo la propagación de la pandemia, era lógico pensar que las últimas decisiones adoptadas por las autoridades, que nos acercan a la normalidad, hayan provocado el impacto contrario y permitido una recuperación viva del empleo. En efecto, la afiliación creció en 211.900 personas y el paro cayó en otras 129.400.

Pero claro, no siempre lo esperado y lo deseado se convierte en lo real, así que podemos y debemos alegrarnos por esta evolución. Dicho lo cual, un consejo. Estamos mejor, pero no estaremos bien hasta que superemos el nivel que teníamos antes de que apareciese el virus, cosa que aún no ha sucedido. Tenemos 92.000 cotizantes menos a la Seguridad Social, 544.000 personas continúan cobijadas al abrigo de los ERTE y 459.000 autónomos siguen necesitando una prestación, Así que alegrías sí, pero las justas. El mejor resumen lo hace el Servicio de Estudios del BBVA cuando estima que hay un total de 1.059.000 afiliados menos a la Seguridad Social de los que habría habido en ausencia del Covid-19. El reto es absorber todas esas ‘ausencias’.

Ahora comparamos con ventaja los datos del mes de mayo con los meses anteriores, pero la prueba del algodón aparece cuando lo comparamos con meses más lejanos, como por ejemplo con los de febrero del 2020 cuando desconocíamos lo que se nos venía encima, pero ya estábamos preocupados por el parón de la actividad y el descenso del empleo.

La patronal insiste en la necesidad de prolongar las ayudas, una vez que no ha decaído del todo la situación de emergencia sanitaria, ni las restricciones, pero quizás no sea esto lo más importante. Ya se han prolongado hasta después del verano, cuando hayamos casi culminado el proceso de vacunación y, esperemos, podamos retomar las antiguas costumbres. Por eso me preocupan más las decisiones de fondo que se vayan a adoptar en la reforma de la ‘reforma laboral’, porque eso va a afectar a su estructura y no a una coyuntura muy penosa pero temporal, al fin y al cabo.

Me parece muy peligroso esa exigencia de ‘experimentar’ en una materia tan sensible, justo ahora, cuando tenemos un agujero de un millón de cotizantes, estamos en medio de una marea de ERE en el horizonte de las grandes empresas y ante una incógnita enorme en la capacidad que tendrá nuestro sistema económico para acomodarse a las vicisitudes que hemos padecido y a los cambios operados en el panorama mundial, de los que quizás no seamos conscientes.