Enhorabuenta por vuestra página web y la labor de la organización. No habrá marcha atrás mientras tengamos referentes como éste. Un saludo y mucha suerte, un Bilbaino
Soy alérgico al nacionalismo. A todos los nacionalismos. Vasco, español o pernambuqués. En la España predemocrática, primero, y ahora en este mítico paraíso abertzale en el que siempre es primavera, la sobreexposición a sus irritantes pólenes me ha vuelto hipersensible. Sus omnipresentes banderitas me producen ahogo. Sus arengas patrióticas me erizan el cabello. Sus exaltaciones folclóricas me hacen estornudar. Su lenguaje ‘nacionalmente correcto’ me produce náuseas. Y su odio al diferente me da miedo. Mucho miedo.
Afortunadamente, en el lugar donde vivo, cuyo nombre quiero acordar (Bilbao), hace mucho que desapareció el nacionalismo español (muerto y enterrado en su valle bajo una losa), de modo que no hay ya dos Euskadis que puedan helarme el corazón, sino un solo y plural País Vasco … en teoría.
Aquí y en el resto de España, el nacionalismo español está afortunadamente mal visto, como algo propio de catetos intolerantes. Y sólo escasísimos y trasnochados especímenes sienten y exhiben esa forma malsana, por negadora de lo ajeno y de los ajenos, de vivir con razonable contento el arraigo en una tierra.
En Euskadi, en cambio, el Australopitecus Txapeliensis es el eslabón superior de la cadena trófica. Campa a sus anchas por los húmedos bosques cantábricos, apabullando al resto de la fauna y destruyéndolo todo a su paso, sin que nadie le haga frente. Sus dos subespecies, la Jeckilensis y la Hydensis, se alimentan principalmente de los frutos del Quercus Democratus, una variedad de roble única en el mundo por lo tierno de sus frutos, que sólo se da en el norte de la Península. Muy raramente entran en conflicto entre ellas, pese a competir por el mismo alimento, sino practican una eficaz simbiosis, matando o haciendo huir a toda la fauna rival el fiero Hydensis y destruyendo toda la flora competidora con el citado Quercus el astuto Jeckilensis.
Para el homo civilis, este entorno resulta extremadamente duro. Ni la superespecialización alimentaria ni el ambiente de violencia favorecen su desarrollo, de modo que sobrevive raquíticamente y en escaso número. Afortunadamente, en los últimos años una paloma migratoria ha sembrado a su paso, entre sus excrementos, una nueva especie de Quercus procedente de Europa, la Democratus Veritas, cuyos frutos, igualmente nutritivos, están protegidos por una dura cáscara. Además, sólo se reproducen si la semilla se entierra con cierta profundidad, de modo que requieren la intervención de otras especies animales que la oculten como reserva de alimento luego olvidada, lo que termina configurando un entorno de biodiversidad.
El homo civilis ha comenzado también a cultivar el nuevo Quercus, propagando rápidamente este paisaje de pluralismo animal y vegetal. El Txapeliensis se resiste a perder su privilegiada posición y extrema sus estrategias exclusivistas. Algunos de ellos, no obstante, comienzan a probar con éxito otras vías de adaptación, incorporando a su dieta nutritivos frutos traídos por el pluralismo biológico. Como ocurre en toda Europa, el bosque mixto terminará por imponerse también en el Cantábrico. Y con la desaparición del monocultivo, se reducirá la concentración de pólenes y se acabarán las alergias.
¡Jesús!
Bilbaino, 22/6/2004