Quedan por desactivar los mecanismo de odio, de miedo y de exclusión que hicieron posible crear un clima político en el que tantos vascos dijeran, durante tanto tiempo, ‘algo habrá hecho’ cuando ETA asesinaba a alguien. Tenemos que estar esperanzados, pero no podemos olvidar lo que ha pasado en este país hasta ayer por la tarde, que aún sigue pasando.
Vivimos un tiempo de esperanza, por el final del terrorismo; y de cautela, porque las demostraciones de barbarie que los terroristas nos han dado, durante tantos años, nos llevan a no fiarnos de sus intenciones.
Si nos ceñimos a los hechos, lo cierto es que la declaración de alto el fuego permanente es un certificado de su derrota. De su derrota policial, que se inició el 29 de marzo de 1992, en Bidart, cuando la policía descabezó a la cúpula de la banda, que hoy, desde la cárcel, reconoce su fracaso, dice que hay que dejar de matar y aboga por hacer política. ¡Qué pena que hayan llegado con treinta años de retraso a esta conclusión! ¿Cuántas muertes nos habríamos ahorrado de haber apostado por la política en los tiempos en los que tantos vascos remataban a las víctimas del terrorismo con aquella terrible frase: ‘Algo habrá hecho’.
‘Algo habrá hecho’ es la expresión con la que muchos vascos han rematado a las víctimas mortales de la organización terrorista ETA durante demasiados años. Primero, los pistoleros disparaban sobre la nuca de la víctima seleccionada y luego el idiota moral de guardia decía ‘Algo habrá hecho’, lo que facilitaba que después la inmensa mayoría de la gente siguiera a lo suyo, indiferente y cobarde. Esta sentencia, estas tres terribles palabras, sirven para explicar lo que ha sido durante años la indigencia ética en la que han vivido tantos vascos nacionalistas respecto de la muerte ajena provocada por los nacionalistas vascos.
Al decir ‘algo habrá hecho’, se endosaba a la víctima la responsabilidad de su propia muerte, se establecía que el asesinado era culpable de que le hubieran seleccionado como asesinable; se le obligaba a dar explicaciones por haberse muerto de un tiro. Como el asesinado no estaba en condiciones de hablar, eran entonces los familiares los que, en medio del dolor y sin ningún tipo de apoyo ni costumbre, tenían que balbucear intentos de explicaciones que, en muchas ocasiones, hundían aún más en el pozo a la víctima y otorgaban nueva munición a los que estaban dispuestos a justificar ese crimen, los anteriores y todos los que estuvieran por venir.
El muerto era culpable por haber hecho algo malo. Algo malo para las entendederas de los nacionalistas vascos, algo malo para el código siniestro del nacionalismo que mataba -y también para el nacionalismo que se aprovechaba de los asesinatos-. Lo malo era ser español, en sus diferentes variantes. Ser español estaba penado con la pena capital por el nacionalismo vasco que mata; pena capital que la democracia clausuró y no puso en la Constitución española. El nacionalismo vasco, esa forma de hacer política basada en la fe y el odio y en una autoestima sentimental colectiva de su propia raza y nación (Michael Burleigh, respecto del nazismo), excluía la posibilidad de que hubiera vascos que fueran a un tiempo españoles. La prueba de la perversión es la vigencia, aún hoy, de español como sinónimo de insulto, utilizado de continuo en la jerigonza nacionalista, la que mataba y la otra.
Decir ‘algo habrá hecho’ después de un crimen era una forma de encogerse de hombros mientras se pedía otra de cocochas. Era una frase con la que se cubrían de eventuales riesgos quienes la emitían. Al decir algo habrá hecho se decía en realidad: a mí no me puede pasar nada; no me puede pasar nada porque no hago cosas como las que hace éste que acaba de ser asesinado. La sentencia era también un remedo de la frase franquista, atribuía al dictador: ‘¿Haga usted como yo, no se meta en política!’, dicen que dijo Franco. Aquí, algo habrá hecho era una forma de decir que la víctima se había metido en política. Ser nacionalista no era meterse en política. ¿Qué era y qué es meterse en política en la CAV? Meterse en política es no ser nacionalista vasco, es meterse en líos. Ser nacionalista vasco en la CAV es la forma natural de ser (nacionalista), lo que se espera que uno sea, de acuerdo con el discurso de único pensamiento que aún rige en la CAV. Al decir ‘algo habrá hecho’ los cacareantes repetidores de la frase despejaban a córner cualquier responsabilidad ética respecto de lo que estaba pasando delante de sus narices. Desde luego que los cacareantes se desentendían del asesinado; es más, reforzaban al asesino.
Decir ‘algo habrá hecho’ era una forma de entronizar a los terroristas de ETA como jueces supremos, como individuos con capacidad para decidir sobre la vida de los demás; una manera de investirlos con un manto de aparente justicia y ecuanimidad, la suficiente como para que decidieran quién debía vivir y quién tenía que morir. ¿Morir para qué? Pues para que la causa del terrorismo nacionalista siguiera avanzando. La causa del terrorismo nacionalista era aniquilar a todos los que, en las entendederas de los criminales, podían ser un obstáculo en su camino hacia la creación de un Estado vasco independiente, socialista, euskaldun, etcétera.
La terrible frase se acuña en los setenta, adquiere su apogeo en los ochenta y prácticamente desaparece desde mediados de los noventa hasta hoy. No sé si hay gente que la siga pensando, pero desde luego no se escucha. Primero porque no hay asesinatos, y éste es un triunfo de la democracia sobre los criminales, y antes, cuando había asesinatos, porque ya no hay tanta gente que se la crea. Como también ha desaparecido del paisaje político vasco la terrible amenaza ‘ETA, mátalos’, que tantos bramaban durante tanto tiempo.
En fin, que ‘algo habrá hecho’ refleja el nivel de cobardía y complicidad con la muerte que muchos vascos han practicado durante tanto tiempo. Ahora, cuando, pese a ellos, avanzamos hacia el final del terrorismo de ETA, la ausencia de esta frase es un síntoma de la derrota de quienes la pronunciaron.
Es probable que se hayan acabado los asesinatos, pero queda ahora por ganar la libertad. Quedan por desactivar los mecanismo de odio, de miedo y de exclusión que hicieron posible crear un clima político en el que tantos vascos dijeran, durante tanto tiempo, ‘algo habrá hecho’ cuando ETA asesinaba a alguien. Tenemos que estar alegres, tenemos que estar esperanzados, pero, demás de tener cautela, no podemos olvidar lo que ha pasado en este país hasta ayer por la tarde, que aún sigue pasando.
José María Calleja, EL CORREO, 26/4/2006