JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 07/04/13
· La presidenta del Partit Popular Català, que es el Partido Popular de Cataluña de toda la vida, es mujer valiente, locuaz y desconfiada. Su valentía es la que se espera de las formaciones estigmatizadas, que aquí son dos. Su locuacidad le ha permitido zafarse de preguntas incómodas con torrentes de palabras; es una escapista. Su desconfianza la ha llevado, como a tantos suspicaces con algún poder, a alejarse de quienes le convienen y a rodearse de quienes la comprometen.
Con esas dos virtudes políticas y ese defecto –más político aún–, había practicado doña Alicia diversas estrategias de consolidación de su partido en Cataluña sin caer del todo en las arenas movedizas del nacionalismo catalán, aunque conociendo el barro en la aproximación. Las arenas movedizas de este muy transversal nacionalismo tienen gran peligro, te agarran y te ganan con más fuerza que las del desierto del Qattara. Temo que esta vez se la hayan tragado. Y lo siento por ella, sin pizca de sarcasmo.
El Partido Popular sólo puede ser un proyecto nacional. Ésa ha sido su principal virtud mientras el otro gran partido español detenía su poder orgánico al toparse con las lindes del Principado. El discurso del PSOE y del PSC, sus prioridades y, finalmente, su razón de ser han ido divergiendo, saltando por los aires su leonina alianza (en beneficio del pequeño) tan pronto como llegó la penuria al socialismo español, el horizonte de una larga oposición en la práctica totalidad del poder territorial.
El día en que Pere Navarro reventó la intervención de Rubalcaba en el último Debate sobre el estado de la Nación, sacando de la chistera una propuesta de abdicación del Rey (nada menos) de la que a nadie había informado, muchos advertimos contra la inestabilidad de una España con un solo partido nacional. Ahora ya no hay ninguno.
Doña Alicia Sánchez Camacho debería recordar que es depositaria de la representación, las expectativas y las preocupaciones de centenares de miles de catalanes. Los defrauda cuando amenaza con romper la disciplina de voto del PP; incurre en una grave responsabilidad. Está a tiempo de corregir el error. Puede volver el lunes a los micrófonos de Catalunya Ràdio, buscar la excusa que considere conveniente y afirmar la unidad de acción del PP, al menos en todas aquellas cuestiones relacionadas con la estructura y articulación de España, como por ejemplo el sistema de financiación autonómico.
¿Desde cuándo ha sido una ambición del PP catalán el establecimiento de un «modelo de financiación singular para Cataluña»? Como buenos catalanes y buenos españoles, los votantes del PPC desean la suficiencia financiera de la Generalidad, ni que sea porque en esa instancia se sitúan la mayor parte de competencias que afectan a su vida, su trabajo, su salud, su seguridad y su educación. Suficiencia, doña Alicia. Algo que, por cierto, la singularidad no garantiza. Salvo que se entienda tal singularidad como un privilegio, como un mecanismo que institucionaliza la tranquilidad sólo para Cataluña, pase lo que pase con el resto de nuestros compatriotas.
Los aspectos técnicos de la financiación son mejorables. Y no poco. Es lícito, y hasta necesario, reflexionar sobre las transferencias de recursos y aclarar de una vez por todas las mentiras, verdades y medias verdades de los déficit fiscales autonómicos. Pero la nueva posición del PPC no es técnica. Es puramente política, y busca en exclusiva sintonizar con el nervio más sensible del discurso hegemónico del nacionalismo. De ahí, y de la indisciplina parlamentaria, al «España nos roba» hay un pasito. Por eso el pasito ha de darlo ahora mismo doña Alicia hacia atrás.
JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 07/04/13