José Antonio Zarzalejos-El Confidencial

  • Madrid actúa también por reacción a Barcelona y el alcalde capitaliza ese sentimiento y hace dupla con la presidenta para ampliar el espectro electoral del PP

El PP dispone de una baza el 4-M de suma importancia: el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. Hasta el momento no ha entrado a fondo en liza, pero lo hará. Porque allí donde no alcance a llegar Isabel Díaz Ayuso –de marcado perfil ultraliberal– lo hará el primer edil madrileño, un conservador abierto. Con ambas personalidades, los populares cubren un amplio espectro del electorado, al que ofrecen incentivos de voto diferentes pero complementarios. Esta dupla municipal y autonómica no la tienen a su disposición ninguno de los demás partidos y constituye para el PP –bien manejada– una ventaja posicional relevante. 

La consultora Thinking Heads ha elaborado un estudio sobre la reputación de 28 líderes políticos, indagando sobre las expectativas que generan y la confianza que suscitan. De entre los líderes nacionales los peor parados son Pablo Iglesias (33,1 puntos) y Santiago Abascal (33,7 puntos). De entre los políticos de ámbito municipal, el más valorado es el alcalde de Madrid (55,3 puntos); y la que lo es menos, Ada Colau, alcaldesa de Barcelona (40,9 puntos). El estudio es solvente porque la consulta con expertos ha sido muy amplia: 5.806 encuestados. Se observa en el informe, del que la empresa ha publicado el pasado día 23 de marzo un amplio resumen, que los dirigentes políticos nacionales registran una menor valoración (reputación, confianza, capacidad de gestión) que los autonómicos y municipales. El trabajo, valorado por cuatro especialistas, llega a la conclusión de que “si una persona opina que el líder tiene buena reputación y además confía en el partido, la posibilidad de que vote por él es del 54,8%

Martínez-Almeida se ha labrado en poco tiempo una sólida reputación sin que su responsabilidad adicional de portavoz nacional del PP se la haya deteriorado, al menos de momento. Pero quizás la clave de su rápido ascenso haya sido también de carácter reactivo. En la medida en que Barcelona está cayendo en todas las variables que la distinguieron como la ciudad más cosmopolita y abierta de España, Madrid aumenta su proyección y acentúa sus características positivas frente a la endogamia social y política actual que se percibe en la capital de Cataluña. Como escribió Martí Font (‘Barcelona-Madrid. Decadencia y Auge’. EDLibros. 2019): “En todos los sectores de peso estratégico, Barcelona prácticamente ha desaparecido”

Martínez-Almeida, cara a las elecciones del 4-M, capitaliza una aspiración muy transversal de la ciudadanía madrileña 

El hecho de que Madrid y su región se hayan encaramado en los ‘rankings’ positivos aprovechando la extraña vocación destructiva con la que el separatismo se ensaña con la propia Cataluña, hace que se diluyan los aspectos negativos de la capital y la región de manera parecida a lo que sucedió en Canadá entre Montreal y Toronto. La tendencia separatista de la primera, principal urbe de Quebec, favoreció el desarrollo de la segunda, capital de Ontario

Estamos en una réplica de la tesitura canadiense de la que advirtió Juan Claudio de Ramón en un relato que debería ser de culto: ‘Canadiana. Viaje al país de las segundas oportunidades’ (Editorial Debate, 2018). El diplomático español escribe párrafos en ese libro que adquieren una sobresaliente actualidad: “Como Barcelona para el nacionalismo catalán, la capital económica y cultural de Quebec es demasiado grande, demasiado híbrida, demasiado compleja y cosmopolita para no ser refractaria al empequeñecimiento cultural que las empresas nacionalistas comportan”

Sin embargo, Barcelona ha cedido a los criterios menestrales; su burguesía, otrora extravertida, se ha contraído y la reacción secesionista se ha adueñado de la ciudad. Y ha ocurrido allí lo que cuenta este autor en su relato: “Tras la victoria del Partido Quebequés en 1976, bancos, aseguradoras y otras grandes compañías, que no estaban para la independencia, trasladaron su sede financiera a Toronto, en mitad de una tormenta de acritud que en cuatro décadas no ha amainado por completo”. Y añade: “Cada vez que el soberanismo gana o repunta en las encuestas, los precios de la vivienda en Toronto suben”.

Este efecto Toronto –llámese en nuestro caso efecto Barcelona– beneficia a la ciudad de Madrid y está jugando como marco mental en el que se mueven cientos de miles –quizás millones– de electores que detestan lo que está ocurriendo en Cataluña y que se definen por oposición a las conductas colectivas sociales, culturales y políticas ahora allí dominantes. 

Y es en ese contexto de sensaciones, datos y expectativas, en el que Martínez-Almeida, cara a las elecciones del 4-M, capitaliza una aspiración muy transversal de la ciudadanía madrileña y, por eso, podrá jugar un papel relevante ampliando el espectro de potenciales votantes del PP, que para serlo necesitarían un discurso que lime algunas aristas del de Díaz Ayuso, una misión que suele desempeñar con acierto y suficiente sutileza el alcalde de Madrid.

La izquierda en su versión PSOE y UP –Más Madrid presenta cada día mayor capacidad de orientación y acierto en la ocupación de espacios– está mediatizada por las políticas gubernamentales de la coalición, por mucho que Gabilondo afirme que “con este Iglesias” no pactará o por más que los morados, en su desconcierto, secunden a los vándalos de Vallecas como hacen los secesionistas de Cataluña con los altercados ejecutados por los CDR y organizaciones anarcoides de semejante factura.

 A los socialistas y a UP les falta discurso para Madrid porque sus políticas nacionales desde el Consejo de Ministros se lo bloquean. Y Sánchez –como ayer al expresar con frivolidad sus supuestas dudas sobre los números de la pandemia en Madrid no deja de cometer errores. La presidenta de la comunidad y el alcalde de la capital los aprovechan con bastante habilidad y se repartirán los papeles para lograr una mayor cobertura electoral. Unos por la denigración de la capital (los separatistas catalanes socios del Gobierno) y otros por no empatizar con ella (PSOE y morados) la están entregando a la derecha de una forma tan torpe como clamorosa.