ETA y su entorno percibieron que el PNV no estaba tan entregado a la albañilería patriótica como ellos. Temieron el desfallecimiento de las fuerzas de la ‘construcción nacional’, así que inventaron un nuevo concepto sacro, el Proceso Democrático, al que orientan sus rezos actuales para cambiar el marco político vigente.
Hubo un tiempo en este país en el que frente a cualquier problema que se planteara ETA y su entorno tenían a mano una solución milagrosa: la Alternativa KAS. Pasaron casi dos décadas invocando los poderes taumatúrgicos de la dichosa alternativa. Con ella se arreglarían lo mismo las desigualdades económicas que los problemas políticos, el reparto de la renta o el medio ambiente. Ponían tanta pasión en ella que parecía que hasta los dolores de muelas podrían solucionarse el día que la Alternativa KAS estuviese en vigor.
Durante casi dos décadas estuvieron cantando las virtudes de la Alternativa KAS y matando por ella hasta que descubrieron que aquel andamiaje ideológico tenía también la fatiga de los materiales y cualquier día se les iba a venir abajo. Decidieron actualizarse e inventaron la Alternativa Democrática para invocar con ella la idea superior de la construcción nacional.
Era la segunda mitad de los noventa y el país se llenó de una nueva secta con los seguidores del nuevo culto. El número de creyentes se amplió, ya que no se limitó sólo a la izquierda abertzale como cuando predicaban la Alternativa KAS, sino que se extendió a otros sectores del nacionalismo, incluidos algunos del PNV. El término Euskadi quedó confinado solo al nombre de ETA y en su lugar se extendió la invocación a Euskal Herria. Al mismo tiempo el lenguaje político se llenó de las letanías que traía el nuevo culto, letanías que, por otra parte, procedían del lenguaje menestral de la albañilería. Todo eran pilares de la construcción nacional, cimientos o solares en los que levantar la patria.
Pero ETA y su entorno percibieron que el PNV no estaba tan entregado a la albañilería patriótica como ellos y cualquier día se bajaba del andamio. Temieron entonces el desfallecimiento de las fuerzas de la construcción nacional, así que inventaron un nuevo concepto sacro, el Proceso Democrático, con mayúsculas, al que orientan sus rezos actuales para cambiar el marco político vigente.
Batasuna tiene por delante la tarea de dejar de ser la capitalizadora política de los frutos del terrorismo y de adaptarse a los usos democráticos, tiene que renunciar a la «persuasión armada» (Arnaldo Otegi dixit) y cambiarla por la persuasión a secas, la que se logra con argumentos y no con armas. Batasuna invoca ahora el Proceso Democrático para cambiar el mundo que le rodea, pero el único proceso democrático que tiene que protagonizar es el de su propia reconversión.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 5/10/2010