- La diputada popular despacha en el libro ‘Políticamente indeseable’ duras críticas contra el secretario general del PP, al que acusa de maniobrar para acallarla. También dispara contra Casado, al que tacha de «bienqueda»
De la ilusión por encabezar las listas del PP al Congreso por Barcelona a la constatación de que no plegarse a los postulados de Génova, en concreto al movimiento de hilos del secretario general, Teodoro García Egea, le iba a costar la cabeza. En ‘Políticamente indeseable’, Cayetana Álvarez de Toledo relata su segunda etapa en las filas de la formación conservadora. Las campañas en Cataluña, su empeño en fortalecer el discurso constitucionalista frente al independentismo y a los equidistantes, su paso por la portavocía del grupo parlamentario en el Congreso, muchas conversaciones, encontronazos y reflexiones sobre los principales nombres que han marcado la política nacional los últimos años… Y aunque en las más de 500 páginas la diputada tiene ásperas palabras para compañeros y rivales, también elogios y buenos recuerdos, el número dos del PP concentra la mayoría de críticas y quizá las más duras. «Comprobé que el Profident y el puñal son compatibles» y «su forma de hacer política son las pelotas y el peloteo» son solo dos muestras. Y tras él, Casado, por dejarse arrastrar y no haber sabido imponerse como líder.
Cuenta Álvarez de Toledo que Génova, el equipo más próximo al líder popular, siempre maniobró para desgastarla ante la opinión pública y convertirla en un «bonito florero». Y advierte de que las críticas que resuenan en la sede nacional desde hace semanas contra Isabel Díaz Ayuso a cuenta del pulso abierto por el liderazgo del PP madrileño son una réplica de lo vivido por ella. «Va por libre. Eclipsa a Casado. No trabaja para el partido, sino para sí misma», rescata la diputada de las informaciones periodísticas que se han publicado sobre la controversia, y sentencia: «Me sonaba todo tanto. Génova, ahora contra Ayuso por celos, miedo y afán de control». Pero vayamos por partes.
Fuego abierto contra García Egea
Teocracia es el Gobierno que ejerce directamente Dios, pero que en las páginas de ‘Políticamente indeseable’, a la venta el 18 de noviembre, debe interpretarse como el poder que ostenta Teodoro García Egea. Sin rodeos ni medias tintas, la diputada popular detalla en infinidad de pasajes los encontronazos con el secretario general. Sus maniobras, según denuncia, para acallarla, sus intentos de controlar el grupo parlamentario independientemente del coste interno y su falta de valía.
“Me cuesta hablar de Teodoro García Egea. Ya me pasaba cuando era portavoz. ‘¿Cómo es posible que yo tenga que dedicar a este hombre tanto tiempo y energía?’. Pero hay que hacerlo. Porque García Egea es un arquetipo. Perfiles como el suyo proliferan en los partidos. Son políticos de los que no se recuerda ninguna idea original o realmente valiosa, pero que acaban imponiéndose por la pura fuerza de su ambición. Ansían el poder. Buscan el poder. Y a menudo acaban ejerciendo el poder. Y de una manera despótica. Teocrática. Teodocrática», defiende Álvarez de Toledo y sigue: «El control absoluto que ejercen en el interior del partido intentan ejercerlo también fuera: con los medios, con los empresarios, con los jueces. Con la misma combinación de palo y zalamería. Y, además, que se sepa. Porque, claro, qué es el poder sin su exhibición. Su forma de hacer política son las pelotas y el peloteo».
Un ‘modus operandi’ que ha terminado por impregnarlo todo, según la diputada, y que se traduce como un culto al líder ciego, sin la honestidad que considera necesaria para confrontar ideas, argumentos o postulados. «La coba al jefe se convierte en una consigna y permea la organización de arriba abajo con una facilidad pasmosa y letal. De pronto, hombres y mujeres adultos, inteligentes, formados, algunos con sólidas profesiones, acaban comportándose como una pandilla. O, peor, como una claque servil y sectaria. Sus excelentísimas señorías, representantes de la soberanía nacional, reducidos a palmeros y, en el chat de diputados, a emoticonos de palmas. ‘¡¡¡Grande!!!”. “¡¡¡Maestro!!!”. “¡¡¡Sensacional!!!”. “¡¡¡Orgullo!!!’. El espectáculo de diputados compitiendo en elogios acentuados por exclamaciones y emoticonos, a ver quién aplaude más y mejor al mando, es sencillamente desolador”.
Y aunque también señala que algunos barones del PP hicieron lo posible para que Casado no la nombrase portavoz en la Cámara Baja, menciona expresamente al gallego Alberto Núñez Feijóo, al vasco Alfonso Alonso —fue sustituido por Carlos Iturgaiz en febrero de 2020—, al castellanoleonés Alfonso Fernández Mañueco y al andaluz Juan Manuel Moreno, los dardos, tarde o temprano, vuelven a dirigirse siempre contra García Egea.
«Las altas instancias de Génova decretaron que yo era un sujeto bajo sospecha. Un peligroso foco de poder paralelo. Una rival. Y así Egea pudo ir avanzando, como una de esas apisonadoras que utilizamos los toledanos, hacia su objetivo final: limitar al máximo mi autonomía, influencia y margen de maniobra. Desgastarme ante la opinión pública. Convertirme en un bonito florero. Solo me quedó mi voz. Y no siempre», recuerda, para también señalar a otros de los nombres más próximos a Casado como el que fuera su jefe de Gabinete, Pablo Hispán, o el vicesecretario de Comunicación, Pablo Montesinos, del que dice que «nunca» comprendió “su influencia estratégica y política”. «Este grupo empezó a expresarse a través de filtraciones cada vez más frecuentes y peor intencionadas. Eran tantas las ‘dedicatorias’ que me hacían, que llegué a poder identificar la voz de cada uno con la claridad de un manantial”.
Los jirones de credibilidad de Casado
“Quería que me sumara a la campaña todavía soterrada para convertir a Casado en el próximo líder del PP. Le dije que siempre había trabajado para gente más inteligente y más valiente que yo, y no me sumé. No obstante, sí mantuve con Pablo un hilo de contacto”, explica Álvarez de Toledo en referencia a la propuesta que en 2018 le plantea Miguel Ángel Quintanilla, entonces en Faes, para formar parte del equipo que preparaba la candidatura a las primarias del que acabó convirtiéndose en líder de los populares. La diputada no aceptó entonces, pero sin embargo detalla en el libro cómo se emocionó cuando el presidente del PP le pidió que encabezara la lista por Barcelona al Congreso o cómo acabó aceptando la portavocía del grupo parlamentario a pesar de las campañas internas que los barones y el secretario general, siempre según su relato, habían puesto en marcha para impedirlo.
Álvarez de Toledo creyó que Casado le permitiría rearmar el discurso y los postulados constitucionalistas del PP frente a un independentismo que ya había celebrado su referéndum del 1-O y ante el que el PSOE, según denuncia en varias ocasiones, se había puesto de perfil hacía mucho tiempo. Pero son muchos los momentos en que la diputada vio socavada su autoridad y, sobre todo, el argumentario que se había propuesto articular para no ceder ante el soberanismo, como aquella entrevista en la que Casado vino a criticar las cargas policiales que se vivieron en la jornada de la consulta.
“Pablo es un hombre empático. De empatías variables. Son tales sus ganas de caer bien, que acaba adaptando su posición a la de cada uno de sus interlocutores, aunque estas sean incompatibles entre sí. Y esto para un político es un problema. Primero, porque puedes acabar confundiendo el paisaje con tus principios. Y, segundo, porque en cada viraje te dejas jirones de credibilidad”, afirma en un pasaje, e insiste en otro: “Vanidades y veleidades al margen, había algo de Casado que no acababa de convencerme. Me parecía, sí, un hombre de empatías variables. Un camaleón sentimental. Lo que castizamente se llama un bienqueda o un veleta”.
Y deja entrever en más de una ocasión su falta de liderazgo, arrastrado por García Egea. “Consciente de que empezaba una legislatura áspera, pedí a Pablo una reunión para zanjar de una bendita vez el engorro de la intendencia (…) Todo en vano. Teodoro no estaba por la labor de ayudarnos. Ni, en realidad, tampoco de fortalecer al grupo. De hecho, en su estrategia Bulldozer llegó a plantear que la Asesoría Parlamentaria dejara de estar físicamente en el Congreso. (…) Era un disparate logístico”.
El cambio de opinión sobre Ayuso
Álvarez de Toledo no oculta que en un primer momento pensó que la candidatura de Ayuso para optar a la presidencia de la Comunidad de Madrid en 2019 fue una “temeridad” por su falta de experiencia entonces, “sin embargo, tenía una cualidad política que siempre he valorado por encima de cualquier otra: coraje al servicio de las ideas, una saludable ausencia de complejos. Actitud”. Un activo del que ahora no duda y elogia su valía y potencial, y carga, una vez más, contra los tejemanejes de Génova en la disputa abierta entre la dirección nacional del PP y la Puerta del Sol por el liderazgo de los populares madrileños.
“Habría sido suicida seguir erosionando a la persona que vapuleó a Sánchez, echó de la política a Iglesias, reagrupó el voto del centroderecha, convirtió la desmoralización provocada por las elecciones catalanas en esperanza y dio al PP la oportunidad de ser alternativa. Sin embargo, los partidos tienen una extraña pulsión autodestructiva. Muchas veces actúan irracionalmente, llevados por los sentimientos más inconfesables de sus dirigentes. ¿Cómo no va a presidir Ayuso el Partido Popular de Madrid? ¿Por qué va a ser precisamente ella la excepción entre los barones territoriales? Los líderes, más que asesores, a veces necesitan psicólogos”, zanja.
La tentación de Ciudadanos
La diputada del PP también relata que el que fuera líder de Ciudadanos, Albert Rivera, le ofreció encabezar la lista de la formación a la Comunidad de Madrid. “Su idea era que formara pareja política con Joaquín Leguina. Qué oportunidad formidable… Y, sin embargo, la rechacé”. No es la única alusión al catalán. Álvarez de Toledo rememora cómo le conoció en 2013 y vio entonces a una persona que le “impresionó. Tenía una cara limpia. Moralmente limpia. (…) No había en él ni cálculo ni cinismo ni caspa. Los tres vicios que me había hartado de ver en la política”. Y confiesa Álvarez de Toledo que el primer Ciudadanos reflejaba muchas de sus posiciones “bastante mejor que el propio PP, donde seguían anidando desde conservadores duros hasta nacionalistas blandos”.