• Las reformas pactadas entre Sánchez y ERC resultan escandalosas no tanto por su contenido sino por la evidencia de que benefician a personas concretas

Ya hizo fortuna en su día la expresión ‘capitalismo de amiguetes’, para describir las relaciones clientelares entre el poder político y los intereses económicos. Ahora, podría incorporarse al lexicón cotidiano ‘reformas legales de amiguetes’, si cuaja el acuerdo de Pedro Sánchez con Oriol Junqueras para no solo eliminar el delito de sedición sino también para reformar el de malversación, con un objetivo claro: librar de la cárcel, en su caso, o del ostracismo político a la cúpula de Esquerra Republicana de Catalunya, socio principal del Ejecutivo.

La cuestión resulta escandalosa no tanto por el contenido de las modificaciones legales que se anticipan, sino por la evidencia política de que se impulsan para beneficiar a personas muy concretas, con nombre y apellidos. Que son, a la postre, las mismas de las que depende Sánchez para agotar la legislatura y así sepultar bajo el peso del tiempo -unos meses son una eternidad en política- sus pagos a cuenta a ERC y sustituirlos por su imagen abrillantada como presidente de turno de la UE y hacedor del regreso a la senda de la prosperidad si, con suerte, Putin y Kiev se sientan a negociar y la guerra termina.

El asunto es espinoso para partidos ‘de orden’ como el PNV, que guarda silencio

Ese es, en esencia, el marco estratégico de la jugada, que, como todos los movimientos ajedrecísticos de Sánchez, pueden ser más o menos a la desesperada pero siempre buscan el jaque mate al rival y están más medidos de lo que parece a simple vista. Los (otros) aliados observan perplejos la reescritura del Código Penal a la medida del alivio penal a los cargos intermedios del Govern que firmaron donde les hicieron firmar para dar hilo al carrete del ‘procés’. Al PNV, que había aplaudido la apuesta por el diálogo para resolver los conflictos «políticos», le habrá quedado claro que esto no va de derogar el 155 ni de mejorar el encaje territorial de Cataluña y Euskadi.

Cuando se termine de cortar el traje a medida -que podría incluso servirle a José Antonio Griñán- se habrá perfeccionado el argumentario sobre que no es lo mismo llevárselo crudo que administrar el dinero público de aquella manera. Pero no es fácil para un partido ‘de orden’ como el jeltzale, que ayer guardó silencio ante el nuevo giro de guion, encajar reformas apañadas con argumentos tan peregrinos que fuerzan a Sánchez a compararse con Churchill.

Mientras, Feijóo deberá esmerarse en acertar en el salvaje campo de minas que es la política española. De momento, ha logrado que nadie le cuestione ya, visto lo visto, que hizo bien en plantar a Sánchez en la negociación del CGPJ en esos días que, se lea la versión que se lea, fue un juego de trileros. Las protestas de Madrid le devuelven el foco frente a una Ayuso en la picota. Seguramente, no hace falta elevar mucho la voz sino intentar vender solidez frente a lo que se asemeja más a una amnistía ‘de facto’ que a una reforma legal, no tanto por lo que se hace sino por el momento concreto y las razones por las que se hace.