Ana Iríbar, modelo frente a la corrupción

ESPERANZA AGUIRRE, ABC 04/02/13

«En nuestra vida política y en sus aledaños podemos encontrar personas admirables, a las que merece la pena escuchar, apoyar y seguir. Personas admirables de las que podemos fiarnos absolutamente porque exhalan generosidad y grandeza de espíritu»

· Contra la crisis «En estos momentos de crisis, cuando la corrupción nos impulsa al desánimo, Ana Iríbar es el ejemplo que los españoles tenemos para luchar contra todos los problemas»

UNO de los efectos más nocivos y perversos de la acumulación de casos de corrupción que estamos viviendo en España es la desmoralización de la sociedad. Desmoralización en su doble sentido.

Por un lado, los ciudadanos pierden la moral entendida como impulso para trabajar duro y esforzarse por salir adelante, y se desmoralizan como un equipo de fútbol cuando recibe el cuarto gol y está en el minuto 30 del primer tiempo. Es decir, a los ciudadanos se les quitan las ganas de trabajar, de luchar, y caen en la tentación de no hacer nada.

Por otro lado, los ciudadanos, al contemplar cómo los dirigentes que han elegido democráticamente son acusados de traspasar los límites de lo legal, sienten que el código moral que han recibido de sus mayores se les resquebraja. Llegan a la conclusión de que ser honrados y cumplir las leyes no conduce a ninguna parte. Al ver el mal ejemplo de los corruptos, los ciudadanos pueden llegar a la conclusión de que en España la única manera de progresar es carecer de principios morales y saltarse la Ley.

Las dos desmoralizaciones son nefastas para el conjunto de la Nación. Pero son perfectamente comprensibles. Porque hoy, en España, como en la Dinamarca del «Hamlet» de Shakespeare, «algo huele a podrido». Analizar en profundidad los orígenes, las causas, las manifestaciones y las soluciones de la situación actual, con acusaciones de corrupción que asedian a todos los partidos e instituciones, es tarea ineludible para todos los que nos dedicamos a la política, que, en el fondo, somos todos los ciudadanos. Como lo es tomar decisiones drásticas y ejemplares. Pero, sin duda, desborda los límites de un artículo de prensa.

No obstante, lo que sí cabe en estas líneas es una llamada a la esperanza. Porque, si bien es posible que algo huela a podrido en nuestra vida política, también es cierto que en nuestra vida política y en sus aledaños podemos encontrar personas admirables, a las que merece la pena escuchar, apoyar y seguir. Personas admirables de las que podemos fiarnos absolutamente porque exhalan generosidad y grandeza de espíritu. Y esas personas, como los justos que buscaba Abraham en Sodoma y Gomorra, tienen que ser la clave de la monumental regeneración política que ahora nos toca hacer. En esas personas y en su ejemplo tenemos que apoyarnos para acometer los cambios revolucionarios que debemos hacer, y cuanto antes, mejor.

Una de esas personas que nos permiten seguir teniendo fe en España y en los españoles es Ana Iríbar, la mujer de Gregorio Ordóñez, el concejal de San Sebastián asesinado por un pistolero de ETA hace ahora 18 años. A los que no la conozcan puedo asegurarles que la sola presencia de Ana Iríbar impresiona.

En estos momentos en los que es fácil caer en la desmoralización, Ana Iríbar es un ejemplo de cómo, con una sencillez y una elegancia moral impresionantes, cultiva virtudes cívicas tan trascendentales como la firmeza en la defensa de las convicciones, el valor (incluso físico), la generosidad del que lo ha dado todo por la libertad y por la dignidad de los españoles, la honestidad absoluta, el patriotismo, el honor, y la certeza de que existen unos ideales por los que se puede llegar a dar la vida.

A Ana Iríbar le asesinaron a su marido hace 18 años, cuando los dos eran muy jóvenes y tenían por delante toda una vida que querían compartir. Con aquel asesinato le destrozaron la vida, y se la destrozaron en nombre del odio y de la prepotencia gansteril del que mata para sembrar el miedo sobre el que construir sus proyectos totalitarios. Todo el proyecto vital de Ana saltó por los aires aquel 23 de enero de 1995. Y ha tenido que inventarse uno nuevo. Uno que enlazara con el que había empezado a realizar junto a Gregorio, su marido. Y lo ha conseguido y lo está consiguiendo día a día de manera plena y emocionante.

La figura de Ana impresiona por la serenidad y la firmeza con que expresa su dolor por lo que ha tenido que sufrir y su queja por lo que ahora tiene que aguantar. Es, sin duda, la mejor Madre Coraje que tenemos los españoles.

Ana Iríbar no es sólo un impresionante modelo para todos, sino que es un aldabonazo para las conciencias de los ciudadanos de bien. Nadie, entre los familiares y amigos de los 858 asesinados por ETA (se dice pronto, pero hay que recordarlo constantemente porque parece increíble), se ha tomado la justicia por su mano ni ha pedido venganza nunca. Y Ana menos que nadie. Pero contemplar la chulería con que los seguidores y admiradores de los asesinos se han adueñado de unas instituciones que tenían que ser democráticas y limpias aumenta el dolor de Ana y el de todos los ciudadanos de bien. Para oponerse a tanta indignidad, ella sigue dando testimonio de que la libertad por la que dio la vida su marido es el bien más preciado que tenemos los hombres. Y por eso, en estos momentos de crisis, cuando la corrupción nos impulsa a la desmoralización y al desánimo, Ana Iríbar es para mí, y para muchos, el ejemplo ideal que los españoles tenemos para luchar contra todos los problemas que hoy nos asedian. Ana, con su talla humana y su ejemplo, es el mejor argumento para seguir luchando para hacer una España mejor y con unos políticos que aspiremos a parecernos a ella.

ESPERANZA AGUIRRE, ABC 04/02/13