Cristian Campos-El Español
Dicen Ana Morgade, Pepón Nieto, Dani Rovira y Agustín Jiménez, la crème de la crème nacional del noble arte del mimo y fuckullamas del análisis político, que en Cataluña no existe problema alguno con el español. Que ellos, que no hablan una sola palabra de catalán, han actuado siempre que han querido en Barcelona y que lo de la persecución al español es, como poco, mentira. En el peor de los casos, pura intoxicación fascista.
Ya es sospechoso que todos ellos hayan pedido las sales de forma simultánea por una entrevista a Toni Cantó de hace dos años y medio en EL ESPAÑOL. En esa entrevista, Cantó dice que no puede actuar en Cataluña «por hacer teatro en español».
La entrevista es de enero de 2019 y su relación con la actualidad es nula. Más allá, claro, de que lo que denuncia Cantó en ella siga vigente e incluso se haya agravado con el tiempo. ¿Por qué la resucitan ahora?
Lo hilarante es cuando Morgade, conocida por ese mítico gag en el que se suena los mocos con la bandera de España, apunta a la supuesta falta de talento de Cantó. Como si en la Cataluña nacionalista eso hubiera sido un impedimento para ella.
Digo yo que habrá que ir un poco más allá, ¿eh?
¿Quizá, y más allá del tema de la lengua y del talento necesario para sonarse los mocos con una bandera, exista además un tercer condicionante en Cataluña? ¿La militancia política, por ejemplo? ¿La misma que Cantó comparte con Albert Boadella, también vetado en Cataluña y con un talento infinitamente superior al de Morgade, Nieto, Rovira, Corbacho y Jiménez juntos?
Debe de ser casualidad, en resumen, que en el sector del mimo hayan tocado a rebato con la excusa de esa entrevista de hace dos años de Cantó justo en el momento en que se andan negociando las programaciones culturales del año que viene tras una sequía de año y medio a causa de la pandemia.
Aquí el que no corre vuela, oigan. Si en Cataluña gobernara Donald Trump (de hecho gobierna, sólo que con otro nombre), Morgade, Nieto y el resto andarían construyendo el muro en el Ebro con sus propias manos. Pero así son los agradaores del nacionalismo catalán, el más xenófobo de todos los que quedan hoy en pie en Europa.
¿Mi apuesta? A ver lo que tardamos en verlos a todos ellos actuando en Barcelona el año que viene.
Pero hablemos para adultos.
Que las administraciones catalanas vetan el teatro, el cine, la literatura y la música en español, que niegan espacios y ayudas siempre que está en su mano, y que en Cataluña sólo se tolera el español en el sector privado y/o siempre que el artista sea afín a la causa y se arrodille frente al régimen que se ha enseñoreado de la región (léase Pepe Rubianes), es una evidencia al alcance de la inteligencia de una mosca de la fruta. Así que, como decía aquella otra agradaora del establishment, «anécdotas no, por favor».
Pero estamos hablando del colectivo de la cultura menos culta de toda Europa: el de la izquierda española. Ese colectivo al que el castrismo solía invitar a la isla, a gastos pagados, y que volvía de ese centro de torturas que es Cuba hablando maravillas de la joie de vivre de los cubanos y de la salsa y los mojitos y los rones y su abuela la cantaora.
Hasta a mí, que no pertenezco al sector del mimo, me fueron ofrecidas jineteras cuando visité la isla, entre puro y puro sellado con miel por los sicarios del castrismo. Y eso que fui con novia (a la que también le fue ofrecido su correspondiente jinetero: en eso de la prostitución el castrismo era exquisitamente igualitario). Imaginen lo que no haría el régimen con los afines a la dictadura que se plantaban allí a calzón quitado. Y nunca mejor dicho lo del calzón quitado.
La izquierda española, en fin, no ve problema de convivencia alguna en esa Cuba española que es la Cataluña nacionalista. Esa región en la que se espía a los niños en los patios de las escuelas, donde gobiernan partidos que se han alzado contra la democracia y de la que huyen cada día más ciudadanos y más empresas. Pues vale, oigan. ¿Y dónde está la noticia, si no hay nada que le guste más a un progresista que disfrutar, como turista bienpagado, de los gulags ajenos?
No veo la novedad por ningún lado: socialist business as usual.