JON JUARISTI-ABC

  • Lo que más le pone a la izquierda, socialdemocracia incluida, es la práctica de la excomunión

Que te expulsen de un partido político por discrepar de tus jefes es algo bastante normal en la izquierda, cuya casta dominante abunda en curillas y sacristanas bajo camuflaje más o menos hortera de rutilantes manolos y pantalones de pitillo (figura retórica esta que, por cierto, se denomina quiasmo). Como es público y notorio, lo que más mola a unos, otras y otres, inmediatamente por detrás de la inspección rutinaria de las costumbres sexuales del vecindario, es pronunciar ‘fatwas’ y anatemas contra sus propios enanos gruñones.

El lunes iré a la presentación de las memorias del poeta José Luis Leal ( ‘Hacia la libertad’, Turner, noviembre de 2022), en la Fundación Carlos de Amberes, a las siete de la tarde. Torearán, además del autor, Julián García Vargas y Joaquín Leguina, al que quiero dar un abrazo y felicitar por su reciente ingreso, esta semana misma, en nuestro Club de Réprobos y Excomulgados Madrileños (Crema), que, digan lo que digan los socialistas científicos, no se parece al infierno de Pablo Iglesias (Posse) ni tampoco, en el otro extremo, a la Sauna de Perico el Saunas. Viene a ser un término medio, algo así como Malasaña entre Comillas y Chueca.

Estoy seguro de que Leguina va a ser feliz lejos de la PSOE, como yo lo fui hace la tira de años, cuando me dieron de baja en un cambio de cromos con Euskadiko Ezkerra. Habría preferido que prosperara la propuesta de expulsión que poco antes había presentado contra mí un concejal bilbaíno de la firma, por no satisfacer las cuotas mensuales de afiliación. No es cierto: yo había domiciliado su cobro en el banco, pero el tipo, que se llamaba como el Buen Ladrón, pretendía que fuera a pagarlas, presencialmente, al tesorero de la Agrupación de Recaldeberri, donde nunca me vieron ni la sombra. Por cierto, a Unamuno lo echaron por la misma causa. Los disgustos que se habrían ahorrado, en uno y otro caso, de haber inventado un Cobrador de la Alpargata. Pero, claro, preferían todavía al obrero con boina y lápiz en la oreja, sentado ante una caja de Romeo y Julieta, sin moverse de la Agrupación, si bien la cosa cambió a lo digital cuando se fusionaron con los pijos de Euskadiko Ezkerra.

Leguina va a disfrutar, aunque no se quede tranquilo, como le ha deseado ese semoviente indescriptible que responde al nombre de Pilar Alegría Continente, aquejado de incontinencia verbal (lo que, al parecer, lo faculta para ejercer de menestra de Falta de Educación). Sospecho que Joaquín se habría quedado más ancho de haber podido dar una cervantina mano de coces a tanto majadero servilón como hoy puebla su expartido y aún a alguna chistosilla por añadidura. Coces dialécticas, por supuesto. Y así y todo, mucho ojo, que las llamas rucias y te denuncian por violencia política de género. He escrito ‘rucias’, so petardas.