Luis Ventoso-ABV
- Las prioridades eran Franco, adular a Torra y ERC, el feminismo y el clima
Las crisis mundiales severísimas siempre aceleran el motor de la historia y traen cambios bruscos. Sobre el tapete flotan ya un montón de cuestiones: ¿Activará la pandemia la espoleta del fin del Imperio americano, con unos Estados Unidos incapaces de ofrecer al mundo ayuda ni liderazgo, mientras que China, que inició el problema, se muestra taimadamente como el filántropo global de ideas claras?
¿Dónde quedarán nuestras libertades y nuestra intimidad en un mundo donde la ciberlocalización será obligatoria con la coartada sanitaria? Dado que muchas de esos sotfwares de control serán patentes chinas, ¿se colará en Occidente un enorme cabello de Troya? ¿Dan mejor respuesta frente a las emergencias las dictaduras que las democracias liberales?
¿Estamos viendo en directo el
crepúsculo de Europa, carente de pautas comunes frente a la enfermedad, incapaz de producir con rapidez algo tan básico como mascarillas y protecciones sanitarias, que tenemos que importar de China, al habernos cepillado casi todo nuestro sector fabril para convertirnos en rehenes del suyo?
¿Cómo vamos a salir de una crisis que en solo tres semanas ha disparado el número de parados en Estados Unidos en 16,8 millones y que será, según el FMI, la más destructiva desde el crack del 29? ¿Es una estrategia inteligente endeudarse hasta las cejas, encontrándose así sin recursos cuando vienen mal dadas? ¿Son más eficaces ante una emergencia los países descentralizados hasta el extremo o los de poder estatal sólido?
¿Existe en España política industrial? ¿Está funcionando bien la universidad española a la hora de conectar con la empresa? ¿Presenta un buen futuro un país con una escandalosa tasa de fracaso escolar -que su Gobierno encara rebajando la exigencia- y con un enorme porcentaje de ninis apalancados en el sofá paterno? ¿Formamos suficientes matemático, ingenieros y físicos? ¿Está España al día en la revolución digital, o solo va al rebufo sin aportar nada? ¿Es viable un país que constantemente se cuestiona lo más básico, su propia existencia, y que todas las medidas que ha ido tomando durante 40 años tienden a diluir su unidad? ¿Es una solución el subsidio permanente, o genera una subcultura del adocenamiento que merma la iniciativa? ¿Cómo vamos a pagar las pensiones y la sanidad en un país cada vez más envejecido y endeudado?
En 2018, la prioridad estelar del Gobierno fue… ¡Franco!, muerto en 1975. A comienzos de este año, cuando ya teníamos la amenaza encima (véase la portada de ABC del 31 de enero), los temas que los ocupaban era modificar el Código Penal para indultar a Junqueras y sostener a Sánchez, subir los impuestos a las empresas y la clase media, la ley del «sí es sí», la eutanasia, el feminismo y arreglar el problema del clima desde un país de 47 millones de vecinos, irrelevante ahí, pues quienes manchan son China, India, Estados Unidos y Rusia. Andaban a lo que andaban. Y así les va.