Ignacio Varela-El Confidencial
- No es habitual que un partido pase del 20% al 44% sin realizar ninguna hazaña particularmente heroica, por el simple procedimiento de gobernar razonablemente bien durante una temporada
Según el recuento provisional, en el barrio donde nació Felipe González (Bellavista, en la ciudad de Sevilla) el Partido Popular obtuvo ayer el 48,4% de los votos y el Partido Socialista, el 19,1%: 29 puntos de diferencia. La distancia entre la derecha y la izquierda fue de 33 puntos.
En Antequera, la ciudad malagueña en la que se firmó en 1978 el histórico pacto del que nació la autonomía andaluza, el PP sacó el 51,2% y el PSOE el 23,6%,.
En Estepa, ciudad natal de Rafael Escuredo, líder mesiánico del referéndum del 28 de febrero de 1980 que se conmemora oficialmente como Día de Andalucía, el PP ganó ayer con 19 puntos de ventaja sobre el Partido Socialista.
La última vez que el partido ganador arrolló al segundo de la forma en que el PP ha aplastado al PSOE en esta elección sucedió en 2004, hace 18 años. Coincidiendo con las elecciones generales y en la especialísima circunstancia que marcó aquella jornada electoral, Manuel Chaves ganó por quinta vez consecutiva con 24 escaños más que el Partido Popular. En la votación de este 19 de junio, Juanma Moreno le ha metido al otrora todopoderoso PSOE de Andalucía, que durante años se autotituló “el gran partido de los andaluces” una paliza de las que voltean el signo de los tiempos.
Este 19-J es para los populares el equivalente del 28-F para los socialistas. Es para la derecha andaluza el fin de una eterna travesía del desierto, la absolución tras una condena de cuatro décadas, la expiación definitiva del pecado original. Y también la muestra más contundente de una transformación de la sociedad andaluza que se ha ido incubando sordamente durante años sin que nadie quisiera reconocerla y ayer estalló con violencia electoral inusitada.
No es habitual que un partido pase del 20% al 44% sin realizar ninguna hazaña particularmente heroica, por el simple procedimiento de gobernar razonablemente bien durante una temporada y poner a un presidente que va todos los días a la oficina, no grita ni insulta ni amenaza ni miente y se hace llamar Juanma. Pocas veces hacer lo normal tuvo tanto premio: quizá, ojalá, este sea un síntoma de la sed de sensatez que siente la sociedad tras padecer un vendaval de sectarismo furioso, estafa populista por la derecha y por la izquierda y psicopatía narcisista en el ejercicio del poder.
«Pocas veces hacer lo normal tuvo tanto premio: quizá, ojalá, este sea un síntoma de la sed de sensatez que siente la sociedad»
En esta legislatura se ha votado en seis comunidades autónomas: Galicia, País Vasco, Cataluña, Madrid, Castilla y León y Andalucía. Representan el 65% de la población. Excepto en Cataluña, en todas las demás el PSOE ha sido electoralmente apaleado sin que nadie en su dirección nacional unipersonal se diera por aludido. En cuatro de ellas, el Partido Popular ha obtenido victorias más o menos resonantes, pero siempre claras.
En todas las ocasiones el Partido Socialista esgrimió como única razón de voto el espectro de la extrema derecha y los votantes se dividieron en dos grupos: hubo quienes no lo creyeron y votaron a quien les dio la gana, generalmente excluyendo al partido de Sánchez. Hubo quienes lo creyeron y respondieron lo natural en estos casos: si tan peligroso es que gobierne Vox, ¿qué está usted dispuesto a hacer para evitarlo? Ante la cínica callada por respuesta, decidieron ocuparse ellos mismos de conjurar el peligro con su voto, que es lo que acaban de hacer los votantes andaluces.
Juanma Moreno tiene mucho mérito por este resultado, pero no puede negar que ha recibido para lograrla la ayuda de dos campañas desquiciadas: la de la folclórica postiza que Abascal envió a Andalucía para combatir la masturbación de los adolescentes y la del pobre Juan (Espadas), un buen tipo condenado por el sanchismo, como antes Gabilondo en Madrid, a hacer el ridículo interpretando un papel que le sienta como un tiro. Por el camino, los genios monclovitas cambiaron un razonable alcalde de Sevilla por un líder de la oposición desahuciado con el que el presidente Moreno pasará pocas dificultades en el Parlamento andaluz.
Pedro Sánchez ha destruido la maquinaria política más poderosa que ha conocido la democracia española. Durante cuatro décadas, el PSOE de Andalucía propulsó al PSOE a la victoria en los momentos buenos y amortiguó sus derrotas en los malos. En las elecciones generales, el Partido Socialista sacó siempre muchos más votos en Andalucía que en el resto de España: diez puntos como media. Uno de cada cuatro votantes y uno de cada cuatro afiliados de ese partido están en Andalucía. Sin ese colchón, la capacidad competitiva de los socialistas se reduce drásticamente. A efectos electorales y de fortaleza orgánica, el PSOE es andaluz-dependiente. Todo eso ha quedado hecho un guiñapo tras pasar por las manos de Sánchez. No sé de qué manera espera que los Otegi, Junqueras y Yolanda le compensen la pérdida de Andalucía.
«A efectos electorales y de fortaleza orgánica, el PSOE es andaluz-dependiente. Todo eso ha quedado hecho un guiñapo tras pasar por las manos de Sánchez»
El dominio decisivo del Partido Socialista en Andalucía y el destierro de la derecha en ese territorio condicionaron la política española durante décadas. Ese ciclo ha tocado a su fin y, a partir de ahora, todo cambia. Tomemos las seis comunidades autónomas más pobladas de España: en Madrid, Galicia y Castilla y León domina el Partido Popular. En Cataluña y el País Vasco, los nacionalistas. En la Comunidad Valenciana, la izquierda se está suicidando. Si a todo eso se suma el desastre andaluz, alea jacta est.
Sin Andalucía, el PSOE carece de una base territorial viable sobre la que edificar una mayoría electoral; menos aun cuando sus compañeros de viaje pierden votos al mismo ritmo. Un 60% de votos para la derecha en Andalucía y 23,5 puntos de distancia con la izquierda es algo difícil de creer, pero acaba de ocurrir; si solo la mitad de ese fenómeno se reprodujera en las elecciones generales, Feijóo estaría en condiciones de encargar su nuevo colchón en la Moncloa.
Para qué hablar de las municipales y autonómicas de la próxima primavera. Todos los líderes territoriales y 3.000 alcaldes socialistas están aterrorizados al constatar que su líder nacional se ha convertido en un lastre que puede conducirlos a la perdición. El caso es que no pueden hacer nada para librarse de él porque se ocupó de eviscerar a su partido para protegerse de él y todos ellos se lo consintieron. Ahora solo les queda temblar.
Cuando giran las ruedas de la historia más vale que no lo hagan en dirección contraria a tu marcha, porque si te pasan por encima te dejan lisiado para mucho tiempo. Es más que posible que precisamente eso les haya sucedido a los socialistas en esta votación que, a mi juicio, señala el punto de inflexión de una legislatura infausta por tantos motivos. Supongo que para quien se siente Napoleón Bonaparte irrita más pensar que tu verdugo es un señor normal que sólo aspira a hacer normalmente su trabajo y le gusta que le llamen Juanma.