JON JUARISTI, ABC 23/03/14
· La columna semanal, aun siendo para el autor el más grato de los géneros, tiene siempre algo de elegía.
Hace diez años, el 21 de marzo de 2004, comencé a ocuparme de este rincón en la sección de opinión de ABC, tras ofrecerme su director de entonces, mi amigo y paisano José Antonio Zarzalejos, convertir la colaboración esporádica en una presencia regular cada fin de semana. Veinte años antes, en Bilbao, Zarzalejos me había enrolado en el plantel de firmas habituales en El Correo, donde ya destacaban como columnistas de a diario Luciano Rincón y Santiago González, que habían sido mis maestros y mentores en la prensa local durante los años de la transición.
De ellos, de José Antonio Zarzalejos en su primer avatar como Vicente Copa, y de otro bilbaíno, Patxo Unzueta, aprendí lo fundamental del oficio, así que me consideraré siempre un discípulo del espléndido grupo de periodistas demócratas de mi ciudad natal, representado por estos nombres y por algún otro, como el de Germán Yanke: una escuela que se forjó fajándose contra la barbarie y el miedo en años muy difíciles. Sobra decir que me siento orgulloso de haber sido una aportación tardía y epigonal del periodismo de Bilbao al de un ámbito más extenso.
Mis columnas de ABC se estrenaron en un entorno que hoy me parece remotamente clásico aunque sólo haya transcurrido un par de lustros, con las de Manuel Martín Ferrand y Jaime Campmany sosteniendo la doble plana desde los flancos y con las viñetas de Antonio Mingote y de Martínmorales como friso y zócalo. De aquellas dos páginas sobrevivimos Antonio Burgos y un servidor de ustedes. Es un honor, por supuesto, seguir compartiendo espacio con Antonio, el primer gran periodista que conocí en persona, allá en la Sevilla del sesenta y ocho, y con José María Carrascal e Ignacio Camacho, clásicos intemporales de generaciones distintas a la mía. Y, no faltaría más, con las estupendas viñetas de José Manuel Puebla y José María Nieto. Pero el conjunto arquitectónico de marzo de 2004 impresionaba mucho. Creo que no se me ha pasado todavía el canguelo.
En estos diez años, sólo he faltado a mi cita cuando Navidad o Año Nuevo, días sin periódicos, cayeron en domingo. El fallecimiento del Papa Juan Pablo II obligó a desplazar mi columna a otro día de la semana, pues el director creyó más conveniente encomendar las páginas de opinión de aquel domingo sólo a católicos. Fue la única incidencia reseñable que alteró la regularidad en todo el decenio. Sin embargo, una columna que publiqué poco después sobre la lección de Benedicto XVI en Ratisbona me granjeó el Premio Mariano de Cavia.
No me he sentido, pues, discriminado en ABC por motivos religiosos ni de otra índole, porque esta casa ha sido fiel al mejor liberalismo en un tiempo proclive a los fanatismos. Cuando hubo que poner nombre a la columna –nombre, no título–, lo tomé prestado de un judío castellano del siglo XIV, Sem Tob o Shem Tov de Carrión, que escribió sus Proverbiosmorales para enderezamiento de príncipes cristianos y que defendía la concisión y la claridad, pues «razón muy granada/se dize en pocos versos (51-52)». Me pareció un buen programa combinar la distancia inasimilable respecto a la mayoría, el moralismo político y la rigurosa sobriedad del estilo.
Sobra decir que la desaparición, esta semana, de dos de las figuras más merecedoras de reconocimiento en nuestra historia contemporánea, española y vasca, me ha entristecido el aniversario, Pero la columna semanal, aun siendo para los autores, como afirmara Paul Johnson, el más grato de los géneros, tiene algo de elegíaco, porque debe dar testimonio de lo que se pierde, y registrar e incluso celebrar el paso del tiempo implica, inevitablemente, llorar lo que el tiempo deshace.
JON JUARISTI, ABC 23/03/14