Antonio Casado-El Confidencial
- Hasta ahora no le ha cundido mucho ser hombre de consenso frente a un adversario que busca en el enfrentamiento la rentabilidad política y su razón de ser
Ojo a la entrada del exministro Íñigo de la Serna en el estado mayor de Feijóo. Vuelve a ser una figura política cargada de futuro en el PP, tras el frenazo sufrido por su apuesta sorayista en el verano de 2018. Su recuperación para la política activa clavetea la idea del «ensanchamiento hacia el centro» pregonado este domingo por El Mundo. Por ahí pasa la tarea encargada al ingeniero De la Serna. Su trabajo ante las urnas territoriales de la primavera, como coordinador de la campaña electoral, le convierte en una de las piezas claves en un reto de mayor cuantía: el de su jefe de filas, Alberto Núñez Feijóo, cuya condición de aspirante creíble a la Moncloa (según las encuestas) cursa como primera y última oportunidad para convertirse en el sexto presidente del Gobierno de la España democráticamente refundada en 1978.
Si dicha condición no se confirma en las precursoras elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, si Feijóo no logra romper el discurso del acoso a la España progresista, el retiro estará más cerca y la Moncloa más lejos en la ya dilatada carrera política del candidato Feijóo (61 años), quien, a mi juicio, aún no ha culminado la transición de los techos de la política autonómica a los de la política nacional. El acoplamiento está en marcha, cuando el candidato alternativo a Sánchez ni siquiera ha cumplido un año al frente del PP, tras la dramática caída de Pablo Casado. De momento, cuenta con un equipo de gente muy preparada (Bendodo, Gamarra, González Pons, Bravo…), la documentada falta de credibilidad de su adversario y el subtítulo del libro que le dedicó el periodista gallego, Fran Balado, en vísperas de su salto a Madrid: «El niño de aldea que nunca perdió unas elecciones».
Al niño de Os Peares que estudió con los Maristas de León no le bastará eso si quiere vivir en la Moncloa. Ni su historial de cuatro mayorías absolutas al frente de la Xunta de Galicia. Tampoco le servirá de nada su etiquetado público de hombre moderado, serio, prudente, metódico, con aversión a toda clase de excesos y demasías, si antes no le toma la medida a un Pedro Sánchez más taimado de lo que luce al frente del Ejecutivo. Pero hasta ahora no le ha cundido mucho ser hombre de consenso frente a un adversario que busca en el enfrentamiento la rentabilidad política y su razón de ser. Peor todavía: la renuncia a la concordia y la apuesta por el enfrentamiento impulsado por los subversivos compañeros de viaje de Sánchez (populismo de izquierdas, republicanos, plurinacionales y objetores del régimen del 78) han contagiado al propio Núñez Feijóo en algunos lances principales de la política nacional.
El ejemplo más cercano lo tenemos en la proposición de ley del PP que pretende la elección corporativa de 12 jueces y magistrados para vocales del CGPJ. Otra maniobra dilatoria que prolonga la mayoría conservadora de una institución cuyo mandato expiró hace más de cuatro años, pero que despertará el celo ideológico de la izquierda (y el electoral, claro), aferrado al dogma civil de que la Justicia emana del pueblo. Y si los titulares de la soberanía nacional valen para elegir al Gobierno de la nación, también valdrán para elegir a los miembros del gobierno de los jueces.
«Si los titulares de la soberanía nacional valen para elegir al Gobierno, también valdrán para elegir a los miembros del gobierno de los jueces»
Con esta proposición de ley, Feijóo regala a sus adversarios una forma segura de encastillar al PP en su censurable posición obstruccionista. Y Sánchez regala al PP dos derivadas tóxicas de los también censurables atajos legislativos utilizados por la Moncloa para cambiar las reglas de juego en mitad del partido. Una, el reciente frenazo del Tribunal Constitucional a seguir tuneando la normativa relativa al funcionamiento interno tanto del CGPJ como del TC. Y otra, haberse ganado a pulso la enemiga de la judicatura con absurdas alusiones a la supuesta ideología facha de los jueces en general.
Tanto el PSOE como el PP prefieren seguir confrontando. Uno y otro entienden que la polarización les resulta más rentable que el pacto o la remada conjunta en asuntos de Estado. Se entiende: si Sánchez se acercase al PP por el bien del Estado, se encresparían los enemigos del Estado, que son los amigos de Sánchez. Por el otro lado, un acercamiento descarado de Feijóo a Sánchez (giro al centro, dirán algunos) estimularía el crecimiento de Vox y el sorpaso al PP empezaría a estar servido. Pero el centro es hoy por hoy un espacio deshabitado, gracias, entre otras cosas, a los resultones esfuerzos de la Moncloa y del PSOE por empujar al PP hacia la ultraderecha.
Las cartas están echadas en el año Feijóo. El desenlace, en diciembre. Entonces, la aritmética de las elecciones generales nos dirá si la mayoría carga hacia el PSOE o hacia el PP, con sus respectivos escoltas.