2023 es decisivo: o nos acabamos de hundir o resucitamos
Todo pasa por Sánchez. Jamás ha existido ningún presidente en nuestra democracia que concentre en su persona todo lo que de malo puede suceder. A su alrededor orbitan los peligros que pueden impactar sobre la nación cual meteoritos inmisericordes y extinguirnos a todos nosotros, diplodocus demócratas, a las instituciones constitucionales y a la integridad territorial. En estos meses los socialistas harán y dirán cosas que nos helarán la sangre, citando a Pilar Ruiz, madre de Joseba Pagaza que, sumida en el dolor por el asesinato de su hijo a manos de ETA, se lo espetó a Patxi López. No es que Sánchez no haya cometido todo tipo de infamias. Si está de presidente es merced al apoyo de etarras, golpistas lazis o comunistas de vale de comida para el pueblo y casoplón con piscina para ellos. Sánchez ha dejado 2022 como un año en el que se ha consumado diferentes asaltos a las pocas trincheras que todavía salvaguardaban el orden constitucional. En el curso del presente las utilizará para contentar a los enemigos de la convivencia e instaurar la disgregación territorial.
Aquí el enemigo es Pedro Sánchez. Sin él no tendríamos consultas e, políticas demagógicas en la economía, leyes trans o del «sí es sí» o comunistas en el gobierno
El año pasado ha sido un ensayo general. Ya se prepara la consulta separatista en Cataluña y veremos cómo las Vascongadas, Asturias, Galicia o Valencia, también exigen el mismo trato; veremos como nuestra economía acaba por desplomarse ante tanta chapuza, corrupción e ineptitud; veremos a nuestras instituciones apoyadas en el quicio de una mancebía esperando que alguien les pida candela y veremos, en fin, las consecuencias de estar en manos de unos orates. Alguien dirá que existe la oportunidad de pararle los pies a Sánchez en las municipales y autonómicas de mayo. Pero uno, que huye del agua fría a fuer de vivir escaldado, duda que quienes deberían tengan el coraje, la inteligencia y el patriotismo necesario para hacer confluir sus esfuerzos, evitando tirarse los trastos por la cabeza. Aquí el enemigo es Pedro Sánchez. Sin él no tendríamos consultas, políticas demagógicas en la economía, leyes trans o del «sí es sí» o comunistas en el gobierno. Sánchez es el peligro, el problema, la amenaza, como muy bien señalara en su día Albert Rivera. Si Sánchez es desterrado a las arenas de la historia, lo demás cae por su propio peso. Pero, ojito, si en el PP existe alguien que crea que se pueden pactar temas de estado con tamaño embustero se equivoca tanto como Chamberlain con Hitler, salvando las distancias. No puedes fiarte de quien ha hecho de la falsedad un método político de supervivencia. El Sánchez que este año acaso quiera presentarse como moderado, un modosito caballerete, un presidente dialogante. Pero recuerden: es el mismo que metía votos en una urna en Ferraz detrás de una cortina o decía que si gobernaba con Podemos no podría dormir, el mismo que se ofendía cuando le preguntaban si iba a pactar con Bildu, el que juró que no acercaría a los presos etarras, el que todavía no sabemos que pactó con Marruecos, el de las encuestas de Tezanos, el que tiene el alma anclada en la doblez. El año será nuevo, pero Sánchez es el viejo truchimán de siempre. Ténganlo todos presente. Y Feliz Año Nuevo, aunque lo veo difícil.