Juan Pablo Colmenarejo-ABC
- «Con la encuesta de ABC en la mano, a Casado le puede pasar como al Atleti cuando la Liga no estaba ganada tras 50 puntos en la primera vuelta. Se ve al triunfo de cara y la ansiedad por ganar transpira en cada ataque»
EL 4-M las urnas certificaron el cambio. La fatiga pandémica y la incertidumbre laboral aplastaron al discurso de laboratorio, esa fábrica de emociones no ventilada donde dan vueltas al mejunje. La legislatura quebró cuando el 10 de marzo al gurú Redondo se le ocurrió liarla parda. La alerta antitodo no hizo mella en unos electores preocupados por la vida cotidiana y las cosas de comer. La decisión ya estaba tomada. Como explica el ‘brujo Michavila’ (así le dice Camacho) el vuelco en Madrid se produjo un año antes, durante el confinamiento duro. La reunificación del centro-derecha devuelve la escena al instante anterior a la moción de censura a Mariano Rajoy. Entonces, PP y Ciudadanos; hoy PP y Vox, con la mayoría absoluta ya pintada en el abanico coloreado de GAD3. Sánchez ganó dos veces en 2019 con los votantes del PP divididos entre tres. Sus anteriores resultados (2015 y 2016) -cuando al PP solo le había mordido Albert Rivera- fueron los dos peores de la historia del PSOE.
El presidente del Gobierno ha despreciado el centro. Abrazado a Frankenstein delata su estado, tras el ‘ayusazo’, cada que vez que recuerda los meses que faltan hasta las generales. Ahora mismo, con la encuesta del ‘brujo’ en la mano, a Pablo Casado le puede pasar como al Atleti cuando la Liga no estaba ganada tras 50 puntos en la primera vuelta. Se ve al triunfo de cara y la ansiedad por ganar transpira en cada ataque. Menos mal que Simeone no desprecia al adversario ni cuando se distrae y aun así poco ha faltado. La política no es un juego como el fútbol, pero descuentan puntos por los errores. Además, en el VAR, han colocado el ojo clínico de Tezanos a vigilar las manos dentro del área.
Aunque el Gobierno tiene la responsabilidad de cuidar las relaciones con Marruecos, la culpa del desastre del Tarajal recae sobre quien no tiene escrúpulos en el uso de menores como fuerza de choque para sacar todavía más tajada. Sobra la contundencia (la leña de toda la vida en el patio del colegio) cuando el contrario se mete un gol en propia puerta.