Manuel Montero-El Correo

  • Internet se ha convertido en un campo erizado, lleno de riesgos y con servicios dudosos. A veces serán excesos publicitarios, pero en otros casos hay mala fe

Internet se está convirtiendo en un ámbito antipático. Cuando llegó a nuestras vidas surgió como un medio esplendoroso, que de pronto ponía el mundo a nuestro alcance. Fue avanzando y extendiéndose por todos los recovecos vitales, sean compras, amistades, relaciones familiares, de las otras, viajes, conocimientos, diversiones, enseñanzas, literaturas… todo nos empezó a llegar en primer lugar por internet y las nuevas tecnologías que le están asociadas. Cuando se incorporó al móvil, se apoderó definitivamente de nuestras vidas. Resulta inconcebible un día sin mirarlo. Si alguien lo hace lo cuenta como una hazaña personal.

Sin embargo, poco a poco, internet se ha ido convirtiendo en un medio agresivo, áspero, a veces amenazador. Primero llegaron las soflamas histéricas en las redes sociales y radicalizaron cualquier posición. Simultáneamente -es difícil precisar una cronología-, los intentos de estafas. Algunas tenían su gracia, por su inverosimilitud, como los cuatro mensajes que me llegaron desde (decían) un par de países africanos, Indonesia y Malasia, en los que unos empleados bancarios que se confesaban poco escrupulosos me informaban de que había palmado allí un sujeto de mi mismo nombre y que con un par de chapucillas, su herencia sería mía, unos cuantos millones de dólares. Me deprimió lo mal que les iba a mis homónimos, cascando todos estuviesen donde estuviesen, y la evidencia de que habían sido más listos que yo, pues todos morían forrados.

Luego llegaron estafas más sofisticadas, avisos urgentes de averías, correos o pérdidas que en cuanto les dieses tu código del banco te las arreglaban sin molestarte más. Algunas parecen particularmente creíbles; esta misma semana me llega el mensaje de que mi hija ha perdido el móvil y me pide que llame urgentemente a un nuevo número, quizá la pobre esté necesitada de dinero. Como ya estás avisado, pasas, pero comienza a cargar tanto vivales a distancia. Y las pasiones que desatas. Un montón de rusas, latinas, ucranianas, indonesias y marines norteamericanas me han confesado su amor (deben de haberme conocido telepáticamente). La reiteración de mensajes de este tenor sugiere que habrá quien pique.

Por lo demás, en cualquier consulta a internet o uso de aplicaciones que antes funcionaba de forma razonable tienes hoy que pelearte con una catarata de anuncios que te asaltan, generosas ofertas para que te hagas ‘premium’, palabra talismán con la que te suscribes a suministros virtuales que nunca te habías imaginado. A buen precio, claro está. Los anuncios tienen más o menos su justificación, pues nada es gratis, pero el bombardeo publicitario es inmisericorde. A estas alturas tienes la impresión de que navegas entre los resquicios que deja la publicidad. Supongo que si eres ‘premium’ te libras, pero probablemente luego te ofrecerán que seas ‘premium plus’, pues esto es un pozo sin fondo y los publicitarios deben de pensar que su obligación es no dejarnos pensar.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que podías comprar por internet de forma fiable y con cierta tranquilidad un billete de avión para la fecha que querías. Ahora tienes que estar ojo avizor para no contratar un viaje a Vladivostok, en vez de a Madrid, y que puedas llevar una maleta sin que te cueste la hijuela. El proceso está lleno de trampas con preguntas de redacción confusa cuya respuesta es la contraria de lo que parece si no estás al quite. Contratar viajes por internet se ha convertido en una operación de riesgo. De hecho, la gente algo madura está volviendo a las agencias de viajes.

Es posible que acabe pasando con otros servicios. Las redes sociales, antes dicharacheras, hoy son antipáticas, solo para los más resistentes. Marcas una foto y tienes la impresión de que te has marcado para la eternidad y que siempre tendrás que responder por una opinión de hoy, quizá apenas pensada. Intentas darte de baja y es dificilísimo, pues tienes que responder a preguntas enrevesadas. Por ejemplo, que si abandonas, dices que sí y te encuentras con que se referían a si abandonabas el proceso de abandono, con lo que tienes que volver a empezar.

Estás distraído e internet te informa del precio de un hotel que está muy bien pero en Novosibirsk, a cuenta de que una vez hiciste una consulta relacionada con Siberia; o te encuentras que tú (o alguien que se llama como tú, pero intenta aclararlo) desea conocer a una jovencita pelirroja, le ofreces amistad y (se sobreentiende) lo que haga falta. Todo por amor.

Así que internet se ha convertido en un campo erizado, lleno de riesgos y con servicios dudosos que te asaltan a contra voluntad, por no decir a traición. A veces serán excesos publicitarios, pero en otras hay mala fe, dejando a un lado las de intención delictiva.