ARCADI ESPADA-EL MUNDO

Mi liberada:

Acaba de publicarse la correspondencia, en buena parte inédita, entre Josep Pla y el historiador Vicens Vives: L’hora de les decisions. Cartes 1950-1960. Las cartas corresponden a los 10 últimos años de la vida, precozmente acabada, de Vicens. Tienen un notable interés cultural y político aunque a menudo sea intersticial, como es corriente en los epistolarios. El volumen incluye, además de la correspondencia entre el escritor y el historiador, otros documentos singulares. Entre ellos destaca la carta que Alfons Quintà escribió a Josep Pla, en 1960.

El joven Quintà tenía entonces 17 años. Su padre, Josep, era propietario de una zapatería en Figueras y amigo de Pla y de Vicens a los que llevaba con frecuencia en su coche. El escritor Jordi Amat recordaba en La Vanguardia que el Lancia de Quintà facilitó que Vicens escribiera Notícia de Catalunya. A veces pedía alguna cosa a cambio: «Como mantenía un trato confiado, Quintà le pidió un favor a Vicens: ¿Le podría pedir a su amigo historiador Santiago Sobrequés que aprobase a su hijo adolescente? Vicens lo hizo. Sobrequés respondió con ironía. ‘Su padre ya me ha contado la historia 1.058 veces. Estoy dispuesto a aprobarlo aunque me diga que Fidias decoró el palacio de Versalles». No, no fue Fidias, libe. En su última carta a Pla, de abril del 60 y tal vez la más interesante, Vicens alude también al joven Quintà: «No me atrevo a darle personalmente a Quintà [padre] las noticias que tengo de su hijo. Hace el vago en Gerona, sin el menor sentido de la responsabilidad, no va a clase, ni a paseo, ni al fútbol, ni a nada. Es la abulia absoluta. (…) Quizá usted podría hacerle unas reflexiones generales, ya que él le tiene una admiración sin límites. Aunque lo que le propongo sea duro, creo que los amigos servimos para esto. El joven Quintà no sirve para estudiar; cuanto más pronto empiece a trabajar, mejor».

No sé si Pla cumplió el encargo de Vicens o no. Lo cierto es que ese mismo abril, probablemente, como te dije, el joven Quintà le escribió. Como todo lo demás en esta carta, exceptuando la lengua castellana, las mayúsculas también son suyas:

«Señor Pla Casadevall

Palafrugell

Imagino que tan desagradable le será a usted recibir esta carta como a mí escribirla. Si lo hago es porque no tengo más remedio.

Repetidas veces he pedido a mi padre que me firme una autorización para poder pedir el pasaporte y otra para poder sacarme el carnet de conducir. Las dos cosas, principalmente la primera, son vitales para mí, si se tiene en cuenta la profesión que tendré el año que viene.

Puesto que si no lo pido antes de un mes tendré que esperar dos años, debido a que me encontraré en edad militar, se puede decir que necesito la autorización URGENTEMENTE. Como a usted, burgués, mis necesidades de no-burgués le deben de hacer reír, el motivo de la presente no es el de rogarle sus buenos oficios sino comunicarle lo que sigue.

Si antes del día 30 de este mes de abril mi padre no ha accedido incondicionalmente y no ha firmado las dos autorizaciones mencionadas, y teniendo en cuenta que si no lo hiciera sería completamente ilógico y que la única explicación que se le podría dar es que se trata de una venganza personal, yo me vería en la necesidad de comunicar al señor Juan Vicente Creix [uno de los dos hermanos, torturadores célebres, según la oposición antifranquista], Inspector Jefe de la Brigada Político-Social de Barcelona con el que tengo relación, todo lo que sé sobre ustedes y otros miembros de el equipo. Esto me sería muy desagradable si se considera que a quien más comprometería sería al señor Ruiz del Valle, policía de Gerona, que no tiene nada que ver con estas puercas maniobras.

Aprovecho la ocasión para recordarle que es un delito grave encontrarse en el extranjero con señores como Josep Tarradellas y [Manuel]Serra i Moret [socialista, presidente del Parlamento de Cataluña en el exilio], y de uno de estos encuentros tengo constancia fotográfica. Incluso le hago saber que tengo cartas del señor Tarradellas dirigidas a mi padre.

Espero de su espíritu de razonamiento que comprenda que, por ser tan natural e insignificante lo que pido, a lo que creo tener derecho, que no será necesario llegar a extremos tan desagradables para todos. De todas formas le doy MI PALABRA DE HONOR DE QUE EN CASO DE QUE MI PADRE SE NIEGUE HARÍA LO QUE LE HE DICHO.

Le recuerdo que la fecha máxima es el día 30 del corriente. Ese día por la mañana llamaré a mi madre para preguntarle si mi padre ha accedido y HA HECHO lo que le he pedido. Espero que esta carta defina exactamente y para siempre nuestras futuras relaciones. El que le haya enviado estas letras dentro de un libro y con un sobre de un doctor imaginario se debe a que su Acates [personaje de La Eneida, fiel amigo de Eneas: alude a su padre] le vigila la correspondencia porque sabe que le quiero escribir».

No consta que el policía Creix se enterara de los encuentros perfectamente veraces descritos por el joven.

El 11 de septiembre de 1977 El País informaba del nombramiento de Alfons Quintà como delegado en Cataluña. Su director de entonces, Juan Luis Cebrián, cuenta en sus memorias un crimen de leso periodismo en el que participó a propósito del nuevo delegado: «Los conflictos [con Pujol] comenzaron tan temprano como en abril de 1980 [el 29, cinco días después de que el parlamento eligiera a Pujol presidente] cuando Alfons Quintà, nuestro corresponsal en Barcelona a sugerencia de Antonio de Senillosa, publicó la primera crónica de una serie sobre el caso Banco Catalana. (…) El segundo y tercer artículos que habíamos preparado nunca vieron la luz [a causa de las amenazas de emisarios de Pujol que se reunieron a comer con Cebrián], ni dimos tampoco explicación alguna al respecto, salvo al autor de la serie, que no me pareció ni sorprendido ni compungido por mi decisión».

Dos años después, en el verano de 1982, el autor de la frustrada serie y de varios artículos posteriores sobre el asunto, recibía el encargo de Jordi Pujol de preparar el proyecto de lo que luego se llamaría TV3. La tentación inmediata, dado que apuntaba maneras, es preguntarse dónde está la carta de chantaje que Quintà le escribió a Pujol. No hay el más leve indicio. Los detalles de la contratación los cuenta Lluís Prenafeta, el secretario de Pujol, en L’ombra del poder, sus interesantes memorias. Pero más allá de lo que Prenafeta cuente o calle, lo cierto es que Quintà tuvo infinidad de oportunidades posteriores para desvelar los términos del supuesto chantaje. No lo hizo. Y dado lo que pensaba últimamente del nacionalismo y los nacionalistas le habría sacado partido. Lo que Quintà sí hizo fue negarse a que en TV3 hubiera cierta presencia del castellano, contrariando la propia voluntad de Pujol. Y diseñar una televisión antagónica del modelo «antropológico» que aquel José María Calviño–y el guerrismo– preveía para las televisiones autonómicas. A mi juicio, las dos decisiones fundamentales de la Cataluña moderna.

Las decisiones las tomó un hombre que culturalmente estaba muy por encima de sus interlocutores, pero cuya arbitrariedad psicótica tampoco se tomó descanso. Mientras estuvo en TV3 despidió a más de un trabajador porque súbitamente creía que eran feos o daban mala imagen, como aquel célebre caso del conserje cojo. También pasaba cíclica revista a las secretarias, al largo de sus faldas y en algún caso extremo a sus axilas para saber si usaban desodorante. Un hombre desequilibrado, atrabiliario, despótico, con la odiosa costumbre de coger comida del plato de los demás y con las manos. Capaz de amenazar de muerte al filólogo Ferran Toutain, meses después de encargarle el proyecto lingüístico de TV3 –aquella lengua clara, precisa y sobria fue otro clavo en el ataúd antropológico–, porque Toutain certificó la competencia profesional de una fea. Un hombre, en fin, que 56 años después de su carta a Pla, mató a su mujer y se pegó un tiro.

Esta resolución que las naciones han de tomar con sus héroes: si antes que padres fundadores, ladrones o asesinos.

Sigue ciega tu camino.

A.