En ANV, la declaración estatutaria de rechazo a la violencia es clara, pero no ha habido desde 1978 una actuación política ajustada a ese pronunciamiento sino todo lo contrario. Desde entonces, ha estado a la sombra de HB, participando de su estrategia y respaldando sus decisiones a ciegas.
Si Acción Nacionalista Vasca (ANV) fuera sólo un partido de 77 años que en su declaración fundacional incluía un abierto rechazo a la violencia que fue repetido en los estatutos presentados en el Ministerio del Interior, no habría motivo para la polémica. Sería una formación sobreviviente a la Guerra Civil y al franquismo que busca una nueva oportunidad de los ciudadanos, una oportunidad que los votantes vascos le negaron en las primeras elecciones democráticas cuando apenas logró seis mil sufragios.
El problema que plantea ANV son sus últimos 29 años en los que ha sido indistinguible de la izquierda abertzale. Desde que fracasó en los comicios de 1977, ANV contribuyó a formar la coalición Herri Batasuna y entró en la dirección de este partido. Nunca más volvió a presentarse a unas elecciones y cuando algunos de sus miembros fueron candidatos lo fueron con las etiquetas de HB o de Euskal Herritarrok, nunca con la de ANV.
La actividad política desarrollada por este partido fuera de las filas de la izquierda abertzale ha sido extremadamente limitada: las conmemoraciones anuales de la batalla de Albertia, algunas cenas por San Andrés, la colocación de una placa en Barakaldo en memoria de Hermenegildo Alvariño, militante de ANV abatido en 1933, según dicen, «por pistoleros del PSOE», y poco más.
La declaración estatutaria de rechazo a la violencia es clara, pero no ha habido desde 1978 una actuación política ajustada a ese pronunciamiento sino todo lo contrario. Desde entonces, ha estado a la sombra de HB, participando de su estrategia y respaldando sus decisiones a ciegas porque, como decía un miembro de ANV en la asamblea general celebrada en diciembre de 2000 en Barakaldo, en la mesa nacional de HB «viene todo hecho ‘a toro pasado’ y nos enteramos sólo de lo que ellos quieren». A cambio de esa supeditación incondicional, ANV tenía financiación de HB: «Hasta ahora tenemos una cantidad de dinero que nos viene por el hecho de estar en la mesa nacional», decía el mismo militante, según recoge el acta de la asamblea.
Y ahora, de pronto, ANV, un partido que no designa delegados para los congresos porque puede asistir toda su militancia dado el escaso número de afiliados, anuncia que se quiere presentar a las elecciones en medio de la polémica sobre las candidaturas de Batasuna. Las sospechas de que podamos estar ante un fraude de ley de la izquierda abertzale son demasiado fuertes como para que no sean investigadas. Del partido histórico ANV no queda apenas en la formación actual más que esa costumbre de realizar el saludo militar con el puño cerrado sobre la sien.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 16/4/2007