El Correo 19/11/12
Iñaki Ezkerra
Si algo caracteriza a los poderosos del planeta no es el control, sino el descontrol
Aparte de la crisis, en la vida hay otras cosas en las que pensar y de las que hablar. Los medios de comunicación –o la propia realidad– tienen tendencia a la neurosis obsesiva y, cuando agarran un asunto, no lo sueltan. Uno está harto de que en su cabeza se le cuelen unos personajes aburridísimos que no son precisamente los de una novela sino los de un culebrón gris y cutre; que no dan para tanto, para estar todo el día hablando de ellos. ¿Pero quién es Merkel? ¿Quién es Katainen? ¿Quién es Olli Rehn? Uno tiene que defenderse de lo que han dicho o han dejado de decir esos seres extraños, esos intrusos, y disfrutar de la luz que, aun en invierno, nos sigue dando este hermoso país –España– y que es un privilegio que no poseen esos tristones y blancurrios vecinos europeos del Norte que nos dan tantas lecciones sobre cómo debemos administrarnos, pero que tienen cara de haber dormido mal o de haber devuelto. Uno ha decidido que le va a dedicar más tiempo a partir de hoy a los paseos, a la vida contemplativa, a detener el trabajo y mirar por la ventana en los atardeceres, a leer, cenar con amigos, charlar y reírse con su pareja; a escuchar música. De pronto me doy cuenta de que llevo dos meses sin oír el segundo movimiento de la Séptima de Beethoven mientras trabajo y que esa simple e inocente ausencia me malhumora. Como se sabe, el segundo movimiento de la Séptima de Beethoven es fundamental para vivir. Una vida sin el segundo movimiento de la Séptima de Beethoven, sin los valles neblinosos, sin el horizonte ondulado, sin la luz grave y dramática que se va abriendo camino entre las harapientas nubes, sin los añiles ni los vahos ni los claroscuros del segundo movimiento de la Sétima de Beethoven, no es una verdadera vida. Es otra cosa.
Hay vida fuera de la crisis. Lo dice Luis Landero aunque de otra manera en una reciente entrevista. Landero usa un lenguaje que yo nunca usaría porque me inspira prevención. Él habla de ocuparnos de «otros relatos más allá del relato de la crisis que nos han impuesto los que mueven los hilos». A uno le inquieta ya esa expresión: ‘el relato de la crisis’. Últimamente se utiliza para todo lo del ‘relato’. Se ha sustituido por ella la palabra ‘tema’ y así todo el mundo habla del ‘relato de la realidad’, del ‘relato de la Transición’, del ‘relato de ETA’… ¡Qué culpa tendrá de todo eso la pobre literatura! A Landero lo del relato se le puede disculpar porque es un escritor, un gran narrador, y en su caso esa expresión tiene sentido. Le disculpo menos la alusión a «los que mueven los hilos». ¿Quién, qué secta, qué cenáculo, que logia de la noche ha planeado que no vivamos y que no hablemos de otra cosa que de la recesión económica? Si algo caracteriza a los poderosos del planeta no es el control sino el descontrol. La crisis no es fruto de su afán por no dejarnos vivir sino de que se han olvidado de que también existimos.