Aprender

El Correo 19/11/12

MAITE PAGAZAURTUNDÚA

Vocento ha organizado estos días unos jornadas tituladas ‘Futuro en español’ en las que se ha tratado, entre otras cuestiones, acerca de las posibilidades de la educación. José Antonio Marina expresó el enorme potencial para educar en estos tiempos en que podemos utilizar el mayor conocimiento sobre los procesos cognitivos y emocionales de toda la historia de la humanidad. Su Escuela de Padres es una referencia mundial y un logro extraordinario. Marina disertó sobre los saberes multidisciplinares acerca de los problemas asociados al temperamento de los niños y niñas. Sobre lo pertinente y posible de actuar para ayudarles a ser más resistentes, valientes, sociales, optimistas y activos. A vuela pluma el gran profesor y maestro señalaba que podemos educar de forma más eficaz que nunca antes para inhibir el impulso que nos lleva a dañarnos o a dañar a los demás, en la capacidad de elegir metas, de aplicar la energía necesaria en la gestión del esfuerzo y de resistir y superar la frustración. Y es que, sin esto, los adultos del futuro se convierten en terriblemente vulnerables. Señaló, claro, la gestión de las emociones, porque necesitamos saber qué hacer con emociones que nos vienen dadas, como la agresividad, la envidia o los celos. Citó la organización de la memoria y de sus redes o la necesaria reflexión sobre cómo hacemos las cosas cuando aprendemos, para mejorar la eficacia en el estudio.

La aplicación de algunos de estos aspectos didácticos sobre la gestión del temperamento en el mundo asociativo y político está pendiente. Desaprender y reaprender para impulsar espirales de buenas prácticas. Un sueño. El interior de muchas asociaciones humanas estables resulta propicio para alimentar personalidades tóxicas, de ésas a las que les resulta imposible resistir el impulso de dañar a sus rivales reales o imaginarios. Conocemos esa mezcla corrosiva que generan los que llevan por bandera la desinhibición y el bajo umbral a cualquier frustración. Pero cuando la distorsión cognitiva alcanza a los líderes, se difunde en olas de sectarismo por el interior de las organizaciones. Son tiempos de cuchillos, entonces, que premian lo que no es sino una forma de enmascarar la agresividad primaria, la envidia o los celos y nos encontramos con verdaderas espirales de malas prácticas que pueden arrastrar al fracaso a las organizaciones más loables y necesarias. La utilización de las posibilidades del periodismo y la comunicación para enmascarar las malas prácticas, en una versión ampliada del retrato de Dorian Gray, es uno de los problemas asociados a la crisis que vivimos que convierte en más urgente la didáctica pública.