Jon Juaristi-ABC
- Entrevistado en la Sexta, Aznar recordó el pasado domingo cómo fue la verdadera historia de la lucha contra ETA
En el cuentecillo tradicional español de Juanillo el Oso, el protagonista, en su pelea contra el demonio que ha secuestrado a la princesa, recibe la ayuda de un gigante que aplasta montañas con el culo: una enorme aplanadora humana que responde al nombre de Aplastamontes. En ese personaje pensé, el jueves, ante la imagen combinada de Pedro Sánchez Pérez-Castejón y una apisonadora dispuesta a convertir en fosfatina las herrumbrosas lanzas del terrorismo abertzale. He aquí un gigante de la memoria histórica, pensé, un verdadero jayán del Antropoceno que se nos ofrece como figura ejemplar o representación del Estado triunfador sobre un enemigo infernal (al que, por cierto, no llegó a dar nuestro actual presidente de gobierno un mal pellizco de monja).
Entonces, ¿a qué venía la súbita promoción de Sánchez Pérez-Castejón al rango de Aplastamontes patrio, teniendo en cuenta su nula participación en la lucha contra ETA? Está muy claro que se trató de una atolondrada respuesta a la aparición de Aznar en el programa ‘Lo de Évole’, hace una semana: un error de la Sexta, que pretendía humillar y despellejar al político que más ha odiado y odia la izquierda, y se encontró con un Aznar granítico, que no sólo puso en su sitio al pardillo que lo entrevistaba, sino que recordó cómo había sido la verdadera historia de la demolición de la banda, no como la prescribe la ‘memoria democrática’ oficial del sanchismo, invocada por su epónimo a la sombra de la excavadora.
Pero, en fin, el caso es que el símil del Aplastamontes no me satisfacía ni medianamente. El jueves por la noche, mientras dormía, tuve una súbita revelación onírica. Todo sueño, desde los del José del Génesis -patrón de los psicoanalistas-, se presenta como un jeroglífico que descifra a su modo los enigmas de la vigilia. El mío tradujo la susodicha imagen de Pedro más la Apisonadora a lo que, sin duda, había sido su modelo inconsciente y reprimido: Pedro Picapiedra conduciendo el Troncomóvil. Al despertar recordé un acontecimiento que redondeaba el sentido de la trasposición. En enero de 2018, el sultán de Pahang, en el este de Malasia, regaló a su vecino y pariente Ibrahim Iskandar, sultán de Johor, también de Malasia pero al sur según se viene de Pahang, una réplica tamaño apisonadora del Troncomóvil de los Flinstone, eso sí, dotado de un potente motor a gasoil para que Ibrahim Iskandar no tuviera que moverlo con la sola energía de sus pinreles, como lo hacía el mentado Pedro Picapiedra (en sincronía casi siempre con los de su coleguilla Pablo Iglesias, digo Pablo Mármol). Ahora bien, ¿le da para tanto su cultura general al doctor Sánchez Pérez-Castejón? Un amigo de Bilbao asegura que no, que todo el montaje debe de ser una improvisación de Iván Redondo, pues, añade, «como decimos en el Bocho, nadie se lo pasa mejor que un donostiarra con una tiza o, en su defecto, con una apisonadora…».