Kepa Aulestia-El Correo
La tragedia del vertedero de Zaldibar y el calendario establecido para el cumplimiento del Estatuto han coincidido en el tiempo, pero también como enseñanzas para el gobierno del país. El colapso de la montaña de residuos que continúa sepultando a dos personas ha echado por tierra el mito de una Euskadi segura y eficiente.
La incomparecencia pública de la empresa responsable ha subrayado las dificultades de la Administración autonómica para explicar su actuación «subsidiaria», cuando ésta no se muestra capaz de señalar las obligaciones de la firma que sigue explotando el vertedero. La ausencia inicial sobre el terreno de los máximos dirigentes institucionales no ha podido superarse mediante una asamblea permanente de cargos públicos y expertos que se turnan en sus explicaciones.
El tono autocrítico de Urkullu ante la Diputación Permanente del Parlamento dejó en entredicho las explicaciones más técnicas de sus consejeros, sin que el lehendakari precisase a qué se refería con su asunción de haber podido incurrir en errores. En otras circunstancias la coalición entre PNV y PSE habría entrado en crisis por el reparto de cargas en el desastre. Pero el Gobierno Urkullu ni siquiera está en condiciones de achacar un ánimo electoralista a la oposición, vista la comparecencia del martes y, sobre todo, después de que fuese el lehendakari quien abriera la carrera para el 5 de abril.
Gobernar es un proceso de aprendizaje. Un proceso que en Euskadi aconseja rebajar el grado de ensimismamiento y el tono de indignación con que los gobernantes tienden a responder a las críticas. También los resultados del diálogo aventurado por el PNV con Pedro Sánchez respecto a la culminación del proceso estatutario entraña un ejercicio de aprendizaje. De entrada, parece más sensato aspirar a la gestión del régimen económico de la Seguridad Social en Euskadi a partir de 2022 que alentar esperanzas en un nuevo Estatus de imposible conexión entre una mayoría vasca y una mayoría española.
Claro que el PNV puede pasar por alto las lecciones de Zaldibar y las de la agenda estatutaria, como si las primeras no se sumaran a las OPE en Osakidetza, a la ineficiencia de nuestro sistema de enseñanza o a la corrupción pasada en la Álava jeltzale. Bastaría con que las oposiciones del PP con Ciudadanos y de Elkarrekin Podemos entretengan la campaña con sus respectivas vicisitudes internas. Al fin y al cabo los vascos preferimos convencernos de que, en realidad, no ha pasado nada. Que es mejor que todo siga igual.