Daniel Gascón-El País
El presidente solo parece creer su papel cuando habla contra la oposición, pero ahora debe cambiar de costumbres y mostrar sentido de Estado
El tono predominante estos días, si eres optimista, es el costumbrismo distópico. La pandemia tiene algo moderno y antiguo. Pone a prueba el sistema sanitario, despierta una memoria atávica y nos hace conscientes de nuestra fragilidad. Exigirá una responsabilidad y una capacidad de actuación colectiva a la que no estamos habituados. Acostumbrados a crear héroes falsos, ahora habrá héroes de verdad. Es mejor no necesitarlos.
Janan Ganesh ha escrito que el coronavirus representa la vuelta del Estado administrativo. Como ante la crisis bancaria o el terrorismo, aceptamos la necesidad de más intervención del Estado, una compañía de seguros para protegernos del destino.
Nos recuerda que la política es local: las medidas que podemos tomar como ciudadanos para evitar la expansión, el confinamiento y la contención. Muestra la importancia de la comunidad y la solidaridad. En países ricos, recuerda David Pilling, pensamos en las enfermedades como cuestiones individuales: genes, estilo de vida, suerte. Esta trata de la conexión: del miedo a los otros, pero también del miedo a uno mismo. Y, obviamente, es global: en el avance y en la comparación de incidencia y respuestas, en el impacto económico en esta calle de algo que empezó muy lejos, en la arquitectura de organizaciones supranacionales. Muchas cosas que dábamos por sentadas ahora son dudosas: algunas quizá no vuelvan.
El Gobierno parecía cómodo con la idea de que la política es una discusión sobre señuelos lingüísticos, algo que los medios creemos con demasiada alegría. Se muestra desconcertado cuando se encuentra con la realidad. Mantener las concentraciones del 8-M —una decisión que facilitó otras celebraciones incomprensibles, demoró medidas necesarias y propició una engañosa sensación de tranquilidad— fue una imprudencia grave. No primó la ideología sobre la responsabilidad: primó la propaganda. El presidente solo parece creer su papel cuando habla contra la oposición, pero ahora debe cambiar de costumbres y mostrar sentido de Estado. Está bien pedir a los ciudadanos que sean responsables y solidarios: lo serán. El sistema sanitario y los profesionales responderán, y habrá coordinación entre las Administraciones: algunas cosas están previstas, otras se irán aprendiendo. Posiblemente, cuando lo peor pase, el partidismo vuelva y no se rindan cuentas: no está claro si este pronóstico es optimista o pesimista