EL MUNDO 12/11/13
EM2 CULTURA
Fernando Savater clama en ‘Figuraciones mías’ contra un tiempo, el nuestro, que no entiende que la cultura también ilumina aspectos próximos a la actualidad
«Sirvo para GPS, pero no sé conducir», ha dicho alguna vez Fernando Savater para explicar su labor de promotor de UPyD, el así llamado «partido de Rosa Díez», sin llevar su compromiso hasta el extremo del escaño o del cargo en el partido. Desde esa posición (que ha bastado para que algunos, como Álvaro Pombo, se apuntaran), Savater sigue comprometido con esas siglas que resumen bien lo que él defiende en política: la democracia, el progreso y primar lo que tenemos de común, lo que nos une, sobre lo que nos diferencia y separa.
«Ahora apoyo a UPyD», explica, «porque, con sus aciertos y sus desaciertos, es el partido que más se parece a lo que quiero, y ha sido avanzada en asuntos como la unidad del país o considerar la educación como cuestión de Estado. Mi ideal sería ver cómo se refuerza en Cataluña con otros grupos afines».
La charla con Savater tiene como pretexto la aparición de un nuevo libro de artículos (Figuraciones mías, Ariel) que ayer mismo le presentó el periodista Iñaki Gabilondo. ¿Hemos dicho Gabilondo? «Cuando uno es mayor», dice Savater para despejar la perplejidad, «se siente más cercano de la gente de su edad con la que discrepa que de los jóvenes con los que coincide».
El libro, como suyo, trata de escritores, de asuntos como la educación y de otros en los que confluyen política y cultura. «Son artículos de cultura en sentido amplio, pero en todos he intentado demostrar que la cultura también ilumina aspectos próximos a la actualidad, porque la cultura es una forma de profundizar en nuestra conexión con lo real. Y el problema de nuestro país es, precisamente, la falta de cultura en ese sentido».
Quizá por esa falta de cultura, echa en falta que «mientras se protesta tanto por algunos recortes, nadie proteste por que se esté pensando en recortar medio país», dice, refiriéndose al proyecto independentista de grupos catalanes. «Y no se protesta porque la gente cree que eso no tiene que ver con ellos».
Lo que le lleva a lamentar la desaparición de la asignatura Educación para la Ciudadanía, por la que tanto bregó. «Ahora es cuando más falta hace. En España hay nativos, pero no ciudadanos; y se está echando de menos que se enseñe lo que es ser ciudadano como condición de pertenencia a un país. La gente cree que la ciudadanía se ha fraccionado y son ciudadanos de su departamento, de su región, pero no del país. Esa diferencia entre ciudadano y nativo la explicaría muy bien una asignatura como Educación para la Ciudadanía».
Bueno, está claro que la cultura ilumina la actualidad. Pero también es otras cosas. Por eso en el libro están Shakespeare, Borges, Dante, Dickens… y Bradbury, del que Savater no tiene el menor empacho en decir que, si otros vienen de Philip Roth, él viene de Bradbury. «En el sentido», explica, «de que más allá de lo que me pudiera gustar, es de esos escritores que, leyéndolo, me dije que eso era lo que yo quería hacer. Luego fue sustituido en el pedestal por Borges; pero Bradbury, o Chesterton, me mostraron el camino que yo querría seguir».
Savater tiene el deseo de que quien lea sus artículos –«quiero que sean más puntos de partida que de llegada, que remitan a algo»– salga corriendo a una librería a comprar un libro del autor del que él se ocupe. No hay duda de que con varios (autores, los lectores deben de ser muchísimos) lo ha conseguido. Y a la cabeza, indiscutiblemente, Cioran (tan desconocido que llegó a pensarse que era un invento suyo; «no les desmienta», le aconsejó Cioran) y Tolkien, del que nos habló –en La infancia recuperada, allá por el 76-77–, no ya antes de las películas, sino de que salieran sus libros aquí.
Y es que Savater concibe los artículos como un servicio público. «El artículo está para iluminar, no para deslumbrar y pavonearse el autor, que es lo que uno encuentra demasiado a menudo en las redes sociales».