Jorge Vilches-Vozpópuli

  • La agrupación de taifas, me parece de país pequeño, de segunda, como si careciera de proyecto y sentimiento comunes

Llámenme antiguo, pero sigo creyendo que un partido de ámbito nacional debe ser una marca reconocible en cualquier territorio. Lo digo de modo veraniego: si fuera un refresco, me gusta que sepa igual en bares distintos. Lo otro, la agrupación de taifas, me parece de país pequeño, de segunda, como si careciera de proyecto y sentimiento comunes. Sigo con el símil veraniego: si el dichoso refresco sabe distinto dependiendo de dónde lo tome es que algo falla.

Lo digo al hilo de una entrevista que he leído a Miguel Tellado, vicesecretario general de Organización del PP. Pido disculpas por anticipado. Entiendo que hablar en nombre de un partido, con el plural mayestático calculado, es como si te pasaran una bomba diciéndote: “Si te sales del guión, explota”.

La parte antisanchista, contando que el PSOE de toda la vida ha muerto, está muy bien, la verdad, pero ya nos la sabíamos. El nuevo PP no puede pretender ahora descubrirnos a Sánchez. Vale como punto de partida, aunque nada más. Lo otro, las medidas para contener el gasto público, ahorrar, no despilfarrar y promover la creación de empleo privado es el PP de siempre.

Lo que chirría es cuando se alude a la unidad del partido en la toma de decisiones frente al Gobierno. Si Sánchez publica un decreto que afecta competencias autonómicas, la dirección nacional da un paso atrás porque, dice, son las autonomías las que deben protestar. De esta manera, unas lo harán y otras no.

El ejemplo es bien claro. El decreto de ahorro energético no tiene detrás informes técnicos ni de impacto económico, pero quien debe decir algo son los gobiernos autonómicos, no el PP de Génova, que está a otra cosa, a pedir diálogo. La situación es como si ante la vulneración de los derechos de las mujeres en Afganistán proponemos firmar (muy fuerte) un manifiesto de protesta a título individual.

El decreto de ahorro energético no tiene detrás informes técnicos ni de impacto económico, pero quien debe decir algo son los gobiernos autonómicos, no el PP de Génova, que está a otra cosa

Centrémonos. Entonces, si Ayuso presenta un recurso al Tribunal Constitucional por invasión de competencias, Génova lo acepta pero no va a hacer nada más. Para que lo entendamos: el gobierno del PP de Madrid protesta por lo que considera una vulneración de los derechos, pero los populares del resto de España asumen ese pisoteo con paciencia. Esto debe significar, creo, que la defensa de la igualdad y la libertad de los españoles depende del lugar de residencia.

¿No hubiera sido más político y coherente, más esperanzador y prueba de cohesión, un recurso conjunto contra el despotismo gubernamental? Quizá es que Ayuso se adelantó, actuó por su cuenta, sin consultar, y eso ha disgustado en Génova, no vaya a ser que la madrileña tome más protagonismo que Feijóo. De ser así, que no lo sé, ¿el interés de la dirección actual estaría por encima del interés nacional o de la respuesta merecida al Gobierno? ¿Qué es más importante, la jefatura de Feijóo o detener la política de Sánchez? 

¿No hubiera sido más político y coherente, más esperanzador y prueba de cohesión, un recurso conjunto contra el despotismo gubernamental?

El portavoz popular diría que ambas cosas son lo mismo, porque el verbo “detener” no tiene los mismos tiempos de ejecución ni las mismas formas. Voy a traducir: el PP es un conjunto de taifas en el que los presidentes autonómicos tienen independencia para gestionar lo propio a su gusto. 

Esto vale para las autonomías donde se toca poder. Donde no, pongamos Cataluña, se adoptará la fórmula gallega: un regionalismo de complicada distinción con el nacionalismo. Todo vale mientras no se entorpezca la estrategia de Feijóo para llegar a la Moncloa. Luego ya se verá. El día después es al día siguiente. 

Voy a terminar con una lectura de fondo. Cuando un país pierde a sus partidos nacionales, que son vertebradores de la vida política, portavoces de un único sentir general, símbolo de un proyecto, es que las cosas están muy mal. Ahora bien, estirar la ficción de que se tiene un partido nacional en regiones donde cada vez es más difícil sacar un escaño también es un error.

Quizá haya que adaptarse a los tiempos. Vivir el ahora, como dicen los psicólogos. Si España es un conjunto de taifas, ¿Por qué no lo va a ser un partido que aspira a gobernar? Es cierto que este modo desvertebrado, de puzzle, genera incertidumbre, pero no deja de ser un espectáculo bien bonito, de esos que generan expectación, como los fuegos artificiales en el último día de las fiestas del pueblo. Y ahí dejo el último símil veraniego.