Aquí no hay quien pacte

TEODORO LEÓN GROSS-EL PAÏS

Se impone el flujo de vetos cruzados, las líneas rojas, los cordones sanitarios, la provocación hostil para alejar cualquier voluntad de entendimiento

En este teatro, al PP se le invoca a pactar previsiblemente para poner los focos en su rechazo áspero. Y los populares tienen una respuesta de manual: si usted abandona a sus socios, sí. Sánchez ya ha dejado claro, en Il Corriere della Sera, su aversión a la gran coalición. El noesnoísmo de 2016 sigue vigente en 2020, salvo por necesidad puntual. Casado, como estableció tras las generales, se niega a que Vox quede liderando la oposición. Y los socios de la investidura, peor, precisamente por ser los socios. ERC habla del “Juan Palomo del PSOE con el PP” y apela a las barricadas contra “el 15M facha y la Internacional Cayetana”. Y éste —más allá de la lógica de la Regional Rufiana— es el aliado de más peso. El otro aliado clave, PNV, votó contra de tres de las cuatro patas de la reconstrucción. Bildu y otros denuncian que si no es por la izquierda, no es la salida; y ese es el mensaje del propio socio de Gobierno. Echenique ya ha dicho que no se pueden pactar los presupuestos: “Si lo apoyase el PP es porque serían de derechas”. A ese sectarismo excluyente se suma Iglesias; y no parece que el PP vea ahí una oportunidad de pactar y tensar la coalicion. Lo de Podemos se repite en el extremo contrario con Vox, otro nacionalpopulismo hijo de la indignación. Esto es lo que hay. Decenas de miles de muertos, millones de parados por venir, y esto es lo que hay.

¿De verdad no han entendido, como Merkel et al., que la situación excepcional requiere actitudes excepcionales para alcanzar acuerdos excepcionales? ¿No han entendido, incluso resignadamente, la importancia del consenso transversal? Salvo Ciudadanos, que busca oxígeno entre los bloques, esto evidencia que no existe voluntad de consenso más allá de alguna performance oportunista. Se impone el flujo de vetos cruzados, las líneas rojas, los cordones sanitarios, la provocación hostil para alejar cualquier voluntad de entendimiento: vetocracia ad nauseam. Y con eso hay que arar en el paisaje devastado de la pandemia.