EL CORREO 22/05/2013
· Paqui Hernández reconoce en la Audiencia Nacional que su «vida no es vida» desde el asesinato en 2009 del inspector de Policía.
· «Es injusto que estas alimañas tengan un juicio justo. Mi marido no lo tuvo», exclamó.
«Aquí, derechos sólo tienen los asesinos». Paqui Hernández mostró ayer en la Audiencia Nacional el calvario personal por el que ha atravesado desde que en junio de 2009 una bomba-lapa asesinara a su marido, el inspector de la Policía Nacional Eduardo Puelles. «Mi vida no es vida», reconoció la viuda en la primera sesión del juicio contra los tres terroristas que presuntamente cometieron el atentado, Daniel Pastor, ‘Txirula’, Iñigo Zapirain, ‘Aritza’, y Beatriz Etxebarria, ‘Kot’.
El relato de Hernández protagonizó una jornada en la que los tres procesados se negaron a contestar a pregunta alguna, al no reconocer la «legitimidad» del tribunal presidido por el magistrado Alfonso Guevara. Los supuestos miembros del comando hablaron en castellano y Etxebarria añadió que su confesión fue obtenida tras ser maltratada.
La viuda, que compareció tras un biombo, censuró a quienes reclaman los derechos de los presos de ETA y piden cambios en la política penitenciaria. «Siempre se habla de los derechos humanos, pero yo creo que, aquí, derechos tienen solamente los asesinos», aseguró en la sala de vistas. Una idea que después repetiría ante los periodistas ya en el exterior. Subrayó que, en su opinión, es «injusto» que «estas alimañas (en alusión a los etarras) tengan un juicio justo» cuando contra su marido no hubo «ningún juicio». «Decidieron matarle y ya está», insistió.
Antes, delante de los tres jueces que ven la causa, recordó aquel 19 de junio de 2009. Cómo se despidió de su marido cuando éste salía de casa para dirigirse a su trabajo en la comisaría de Indautxu, en Bilbao, y cómo una fuerte explosión la sobresaltó apenas diez minutos después. «Enseguida» supo que la víctima era su marido. Por el poco tiempo transcurrido.
Bajó a la calle y se dirigió a la explanada del barrio de La Peña, en Arrigorriaga, donde Puelles había aparcado su coche. Llegaban los bomberos, intentó acercarse al vehículo, pero le fue imposible. No le dejaron. «Cuando me llevaron de allí, el coche seguía ardiendo y nadie había apagado el fuego», explicó. Entre los presentes dijo haber visto a ertzainzas, policías municipales, vecinos y miembros del PNV, partido que gobierna la localidad vizcaína. «Mi vida ha cambiado totalmente. Yo tenía una vida normal», subrayó Hernández. En la sala de vistas escuchaban su testimonio los cuatro hermanos de Eduardo Puelles.
Sus palabras dieron paso a los testimonios de los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil que durante estos años han tomado parte en la investigación del atentado y en la posterior detención de los presuntos integrantes del ‘comando Otazua’. Explicaron cómo la detonación provocó un cráter en el suelo del parking, una zona asfaltada y «aislada», rodeada de vegetación y cercana a la línea del tren que une Bilbao con Orduña y a un buen número de huertas junto a la ribera del río Nervión. El vehículo, según los peritos policiales, estaba «totalmente destrozado», con el eje trasero «partido» por el efecto de la bomba adherida a los bajos del automóvil, junto al depósito de gasolina. Los agentes no pudieron extraer huellas por la «temperatura» alcanzada en la deflagración.
Los expertos de la Guardia Civil trataron de desmontar las acusaciones de los procesados acerca de unas supuestas torturas sufridas. Aseguraron que durante el arresto se cumplieron todas las «formalidades legales» y que los tres etarras firmaron sus declaraciones «voluntariamente». Y detallaron que Daniel Pastor intentó en dos ocasiones autolesionarse.
No hubo torturas
Unos argumentos que se vieron corroborados por los testimonios de los abogados de oficio que atendieron en un primero momento a Zapirain y Etxebarria. Ambos sostuvieron que no observaron que hubieran sufrido «maltrato» y que antes de que rubricaran sus declaraciones habían hablado con los detenidos «sin problemas» y sin «ningún tope».
Según el fiscal, Zapirain, Etxebarria y Pastor formaron un comando en 2006 y se dedicaron a anotar matrículas de los vehículos aparcados junto a la comisaría de Indautxu. En 2008, durante una cita en La Peña, Pastor reconoció uno de los coches, del que aún recordaba la matrícula y comprobó que lo conducía Puelles.
EL CORREO 22/05/2013