Ara és l’ h ora, catalans

SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 01/02/13

· Una de las grandes incógnitas de este tiempo es la incomprensible expresión autosatisfecha con la que aparece Artur Mas en la mayor parte de las fotos. Sonríe con la suficiencia de quien está en el secreto de las cosas. Un suponer, y por hacer una comparanza que no me granjee el estigma del anticatalanismo: si yo le viera esa sonrisa al presidente del Gobierno en medio de la que le está cayendo con los apuntes de Bárcenas, pensaría, inevitablemente: «Este pobre señor es un imbécil»; no sé si me explico.

Como si no tuviera bastante el Rey con lo que tiene, fue Mas dispuesto a contarle la problemática catalana. Bien porque tenía asumida la gravedad del momento, bien porque no tenía el cuerpo para fiestas, Don Juan Carlos no borboneó. Estuvo serio, casi adusto en el momento del saludo, ausente aquella cordialidad que hacía del Monarca un anfitrión de afabilidad quizá sólo superable por Javier Solana.

Para preparar el ambiente, el mismo Mas que ayer calificaba de regalo el encuentro con el Rey había pedido la víspera 9.073 millones al Fondo de Liquidez Autonómico, el 40% del total, a la par que alardeaba de que va a seguir con los gastos de sus embajadas y premiaba al parlamentario presuntamente pringado con la mafia rusa con la vicepresidencia de una comisión. Todo para volver a Barcelona añadiendo «Espanya ens maltracta» al ya clásico «Espanya ens roba». Ya Maragall, un portento de sensatez junto a Mas, había dicho que «de vegades em sento com una dona maltractada».

Va a fracasar con Rajoy, un hombre que remoja sus pasiones en nitrógeno líquido para prevenir ardores. Parece que mañana acabará de decidir si recurre la declaración de soberanía al Constitucional. En el Prado dijo el otro día que «quien quiera reducir la nación a lo castellano debería admirar la pluralidad y riqueza de las aportaciones artísticas de las diferentes coronas que conformaban la Monarquía hispánica». Se intuye el propósito, pero no va a devolver a Mas a la racionalidad suscribiendo el lema «Espanya ens nega». Tal vez el presidente del Gobierno debería combinar su acreditada prudencia con la defensa de la nación que tiene encomendada de oficio. Su silencio alimenta la creencia de que querer es poder.

«Ara és hora», dice la letra de Els Segadors. Francesc Pujols era un filósofo amigo de Pla y, según todas las trazas, un cachondo que escribió en 1918 su Concepto general de la ciencia catalana, en la que trazó esta bienhumorada estampa de lo porvenir: «Muchos catalanes se pondrán a llorar de alegría; habrá que secarles las lágrimas con un pañuelo. Porque serán catalanes, y todos sus gastos, donde vayan, los tendrán pagados. Serán tan numerosos que la gente no podrá acogerlos a todos como huéspedes de sus viviendas, y los ofrecerán el hotel, el más preciado regalo que se le pueda hacer a un catalán cuando viaja».

Díganme si no es admirable. Un catalán que, 34 años antes del nacimiento de Duran Lleida, ya había previsto lo suyo con el Palace. «Hotel, dulce hotel», cantaba Joaquín Sabina, pero tuvo mucho más mérito lo de Pujols.

SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO 01/02/13