Pedro Sánchez se encontró con su homólogo catalán en la clausura de la Reunión Anual del Círculo de Economía que se celebraba ayer en el Hotel W de Barcelona. De sobre se veía que el nuestro es mucho más alto, mientras es muy probable que Aragonés se vista en la sección de tallas infantiles en el Mínimo Dutti del Eixample. Intelectualmente, a los dos se les ve muy parejos, las cosas como son.
Los independentistas quieren hacerse una campana de Huesca, que les queda tan a mano y uno de los más cabreados es Aragonès, que quiere la cabeza de Margarita Robles, de quien ha dicho que no está capacitada ni legitimada para seguir en el cargo, en un ejemplo canónico de alteridad. También exige la dimisión de la directora del CNI, Paz Esteban, además de conminar a Sánchez a la ‘transparencia inmediata’ y a la ‘asunción de responsabilidades’. Fue un saludo escueto, apenas las palabras necesarias para exigir a Sánchez una reunión bilateral que el farsante se apresuró a aceptar.
Hubo frialdad sin gestos de ruptura, según cuenta con admirable laconismo Iñaki Ellakuría. Esto es algo que quizá no llegó a percibir Sánchez. De ahí que él frente a sus cómplices, y por si acaso, siempre diga sí, como Kim Basinger en aquella película de los 90. Y que lo haga tal como miente: sin tener necesidad. Pere Aragonès y los suyos le tienen tomada la medida. Ellos no están por la ruptura, pero confían en que su socio se tomará cada insinuación como si fuese un ultimátum.
Ha perdido una gran ocasión para ponerse chulo, otra de sus especialidades, en la seguridad de que los independentistas no iban a aceptarle en envite, pero total a él qué más le da si siempre dispara con pólvora del rey, vale decir pagada por los españoles. Hemos sabido, por Paz Esteban, que habían sido espiadas 18 personas, con razón decía Macarena Olona que 65 le parecían pocas. También dijo que todas ellas lo habían sido con orden judicial y que entre los beneficiados por la atención del CNI figuraba destacado Pere Aragonès, que a raíz de la sentencia del Supremo contra los golpistas, respaldó las protestas violentas de Tsunami Democrático. Nuestro hombrecito era entonces vicepresidente de la Generalidad, además consejero de Economía, por lo que había razonables sospechas de que pudiera estar subvencionando a aquella tropa sediciosa. Lo único que no le cuadraba era el nombre de la iniciativa. ¿Tsunami democrático el pobre Pere Aragonès? Hombre, no, con esas hechuras no podría pasar de marejadilla.
La comparecencia de la directora del CNI ya ha servido para revelar el fiasco de abrir la comisión de secretos oficiales a los enemigos del Estado. Un suponer, a Gabriel Rufian, que tuvo más prisa en salir para contarlo que Luis Miguel Dominguín en saltar de la cama de Ava Gardner para hacer lo propio.
Paz Esteban dio una explicación solvente a los miembros de la comisión, a los que se sometió a la misma humillación que los golpistas a Bolaños, quitándoles los móviles; por eso y sobre el papel, Sánchez no tendría por qué ofrecer su cabeza a los catalanes golpistas, salvo que, como digo, sea por vicio. Su intento de calmar a los separatistas con la queja de que a mí también me espían pueden ser mentira, como la navajita ensangrentá de Reyes Maroto o las balas de Marlasca. Por eso ha hecho bien el PP en pedir los informes del Centro Criptológico Nacional sobre las escuchas a Sánchez y a Margarita Robles. A ver si terminamos enterándonos.