ABC-LUIS VENTOSO

Ya no pasa semana sin una mentira en nuestro Gobierno de progreso

HACE unos días leía una buena conversación con el músico inglés Paul Weller. Clásico menor, de gran nervio en su mocedad, le acaban de caer los sesenta. Los ha saludado acorde a su edad, con un disco melódico e introspectivo de calidad notable, «True meanings», que me atrevería a recomendar a mis amigos. En un momento dado de la entrevista, Weller evoca su infancia en Woking, una ciudad industrial situada 40 kilómetros al suroeste de Londres, y cuenta, como sorprendiéndose él mismo, que en la casa de su niñez ni siquiera tenían cuarto de baño.

Hay infinidad de detalles en los que ni reparamos que dan fe de la mejoría de nuestra vida cotidiana. Hoy en las oficinas vemos extintores. Hay aire acondicionado. Desfibriladores para jamacucos cardiorrespiratorios, máquinas de café encapsulado, salas de videoconferencias… Lógicamente, nada de eso falta en un complejo de la categoría La Moncloa. Sin embargo, cunde la sensación de que todavía no se ha instalado allí el artilugio que realmente necesita Sánchez (y no sean malvados, que no se trata de un espejo para deleitarse arrobado en la contemplación de su porte presidencial). Lo que necesita Sánchez es un polígrafo, un simple medidor de trolas, que ahorre a nuestro magnífico Gobierno de progreso el tobogán de sonrojos, trampas y chapuzas por el que se desliza de cabeza hacia la inanidad.

Ya no pasa semana sin rectificación y/o mentira palmaria. El presidente, tal vez por aquello de dar ejemplo, lidera el hit-parade del embuste. Prometió elecciones inmediatas y nunca más se supo. Faltó a la verdad en el Parlamento al decir que su tesis estaba colgada en internet. Acumula tantas promesas incumplidas que juntándolas le darían para otra gran tesis (por citar una: «Lo primero que haremos es derogar la reforma laboral»). Destapados sus plagios, mintió de nuevo negándolo todo y hasta se puso estupendo y amenazó a este periódico con represalias en los tribunales.

La primera ministra de Sanidad de Sánchez, Montón, fiel al magisterio de su jefe, también fundió el polígrafo durante varias horas, negando toda irregularidad en su máster; hasta que al final del día sus trampas resultaron tan burdas que hubo de irse. Ahora el polígrafo vuelve a pitar con la ministra Dolores Delgado, responsable de Justicia y antigua fiscal en la Audiencia Nacional. La semana pasada negó por escrito y de palabra haber mantenido encuentros con el excomisario Villarejo, hoy encarcelado por corrupto. «Nunca mantuvo con él relación de ningún tipo», rezaba el desmentido. Pero mintió, pues ayer se vio forzada a reconocer que sí lo trataba (nada sorprendente, pues en los corrillos era conocido que en su día ella y su amigo Garzón solían frecuentar a Villarejo en alegres y amicales comidas, perfectamente grabadas por el turbio policía por lo que se ve).

Sánchez, cuyo código moral se llama sobrevivir, ha destrozado la unidad constitucionalista y se ha confabulado con los separatistas. Pero lo peor que ha traído es la instauración de la mentira como una herramienta política normal. Como no convoque elecciones pronto va a chamuscar el polígrafo.