IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CPRREO
Con estas previsiones queda claro que los Presupuestos actuales, aprobados con tan gran alborozo, se nos van quedar escuchimizados. EL Gobierno los preparó justo después del verano, cuando gozábamos de cierta placidez sanitaria y la evolución de la pandemia permitía augurar una pronta desaparición de las restricciones. Luego las cosas se torcieron, llegó la segunda ola y transformó las alegrías del cuarto trimestre del 2020 en la tristezas del primero de este año. Lo cual nos lleva a poder asegurar sin riesgo al error que los ingresos reales serán menores que los previstos y los gastos, mayores. Conclusión, el déficit será también mayor, como lo serán las necesidades de emitir más deuda.
Ya sé que estas cosas no le importan a nadie, pero es indudable que complican nuestro futuro. Ese futuro, no tan lejano, cuando la UE -que ahora perdona todos los excesos y olvida todos los desmanes- recupere el sentido de la ortodoxia y nos obligue a presentarle una senda de consolidación de nuestras cuentas públicas. Ahí llegarán el llanto y el crujir de dientes. Por mucho que eleve el suelo de la ratio de deuda sobre PIB (¿hasta el 100%, quizás?; y por mucho que alargue la senda de aterrizaje (¿diez años serán aceptables?) vamos a tener que reducir dos puntos de PIB por año, como poco, durante toda una década.
¿Quién será el o los gobiernos que deban acometer semejante ajuste durante tanto tiempo? No lo sé, pero le repito el consejo. Ni se le ocurra presentarse a las elecciones que se celebren a partir de 2022. A ninguna de ellas, ni a la de presidente de su comunidad de vecinos. ¡Arderá en la hoguera! Garantizado.