Hay asuntos en la actualidad política española que rozan lo milagroso: que el PP, ganador ma non troppo de las elecciones en Castilla y León, se hay transformado en perdedor en tan pocos días por su empeño en atarse las manos de las alianzas a la espalda, es el primero. El segundo, y no por eso menor, es una confusión ya antigua a la hora de elegir adversario y tarea. El par director del PP ha considerado que su objetivo primero y fundamental no era sacar de La Moncloa a Sánchez sino impedir que Ayuso llegara a presidir el partido en Madrid y lo que pudiera venir después. Es un error parecido al de Rivera cuando pensó que lo fundamental no era hallar una estrategia para derrotar a Sánchez sino disputarle a Rajoy los derechos de primogenitura de la oposición con el resultado conocido: pasar de 57 a 10. Deben de ser herencias maoístas: atacar la contradicción de primer plano antes de la principal.
Se habla en estos días de la petición de los barones a Casado para que lamine políticamente a Teodoro. Son buenos deseos. Cuenta Cayetana en sus magníficas memorias que cuando se dirigió al presidente para que le quitase a García Egea de los tobillos, le respondió: “le he entregado a Teodoro todo el poder, todo el poder”. En realidad debió decir “todos los poderes”, el ejecutivo, legislativo y judicial en el partido, con el resultado que puede verse. La petición de la baronía habría sido razonable la semana pasada pese a la advertencia de Cayetana. No desde que Casado dijo en la COPE que:“La cuestión es si cuando morían 700 personas al día se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros”. La cosa está a medio camino de la virtuosa sorpresa de Andy Mc Dowell en ‘Sexo, mentiras y cintas de video’: “¿cómo quieres hacer el amor con tanta basura como hay en el mundo?” y la curiosidad bienintencionada del protagonista del chiste: “¿Preguntar es ofender?¿Es usted puta?” Por el precio de uno deberían tener dos, como dijo hace treinta años Felipe González y ayer mismo miles de afiliados en Génova.
La prueba de la inanidad de los ataques a Ayuso está en el anuncio solemne de la apertura de un expediente informativo por “el ataque casi delictivo a la dirección del partido”, Teo dixit, para cerrarlo al día siguiente dando por buenas sus palabras.
Quizá el daño principal al desalojo de Sánchez ya esté hecho y si este no aprovecha el momento para convocar es por su psicopatía: a él le gusta de verdad la coalición de progreso, aunque quiera manejarla a su antojo, claro, pero llaman la atención los argumentos de gentes inequívocamente contrarias a la ejecutoria del sanchismo. Dice Aznar, probablemente el mejor presidente que hemos tenido, que: “no veo la ventaja para España de que Le Pen entre en el Gobierno”. ¿En el de Macron? En la misma línea, mi admirado Arcadi invitaba a mirar a Francia para “ver en qué ha acabado el centrado de madame Le Pen” y que Ayuso “deberá decir qué piensa de la Europa de Orban, de la devolución de competencias autonómicas al Estado…” Esta segunda objeción sí me la sé, es el fetichismo nacionalista respecto a las competencias, creer que son un bien en sí mismas, no un instrumento para gestionar mejor asuntos del interés ciudadano. La primera, en la que también incurre Torreblanca, es llamativa, especialmente si no se establece el evidente vínculo entre el Gobierno y Venezuela a través de Zapatero. Comentaba ayer Arcadi que “Ciudadanos no fue jamás un partido de extrema derecha”, cuestión que suscribo absolutamente, pero tuvo en 2009 una alianza electoral con uno que sí: Libertas en las elecciones europeas. En fin, para todo lo demás, leer el impecable análisis de Pablo de Lora en The Objective.