El exlíder de Batasuna reafirma en el juicio por Bateragune su apuesta por vías pacíficas. «Una bomba nos destrozaría la estrategia diseñada y nos dejaría sin credibilidad durante generaciones», afirma
No se anduvo con medias tintas. Arnaldo Otegi se esmeró durante dos horas y media en desmarcarse de ETA durante el juicio en el que el exlíder de Batasuna, el exsecretario general de LAB Rafa Díez Usabiaga y seis dirigentes más de la izquierda abertzale se enfrentan a diez años de cárcel bajo la acusación de intentar refundar la coalición ilegal a través de Bateragune.
Otegi nunca había ido tan lejos. Aunque no llegó a condenar a ETA sí que dejó claro su «posición diametralmente opuesta» a la de la organización armada y aireó sus críticas indisimuladas a los etarras, que, con Bildu en las instituciones, podrían hacer saltar por los aires la apuesta soberanista si volvieran a las armas. Otegi fue muy claro: «Lo que está en juego es nuestro diseño estratégico. Una bomba de ETA nos destrozaría la estrategia diseñada y nos dejaría sin credibilidad durante varias generaciones».
Incluso se mostró convencido de que ya «no es posible en ningún caso» alcanzar objetivos políticos, como la independencia, «combinando la lucha armada y la política ni con una estrategia de modulación, con periodos de tregua más o menos largos».
Según Otegi, esa dinámica de treguas rotas conducía al «suicidio político» de la izquierda abertzale, pero ha sido superada con Bildu y sus «magníficos resultados que corroboran nuestra tesis». Un éxito electoral que en cierto modo se atribuyó. Es más, se identificó con la suerte de la coalición recién nacida. «Si ETA da por terminada su tregua y comete un atentado, primero, nosotros nos suicidamos; segundo, el país se marcha del país; y tercero, la gente se sentiría absolutamente frustrada». «¿Cómo meteríamos a nuestro pueblo en semejante embarcada?», se preguntó en voz alta.
«Incompatible»
Otegi no ahorró en adjetivos y adverbios en la Audiencia Nacional para alejarse de la organización terrorista. Dijo que él encarna una «posición absolutamente contraria», «incompatible» con la de ETA. Que él y sus colaboradores detenidos en octubre de 2009 en la operación contra Bateragune defendían y defienden estrategias «enfrentadas» a la de ETA, pues promulgan «exactamente lo contrario» que los etarras.
Es más, argumentó, que desde el atentado de la T-4 que rompió la tregua de 2006 ese grupo de militantes independentistas que él encabeza vienen «combatiendo las posiciones» de la organización armada. «¡Si apostar por una estrategia de corte pacífico y democrático es delito, somos culpables; si no, somos inocentes!», clamó.
El exportavoz del partido ilegalizado explicó que ese colectivo, que jamás se hizo llamar Bateragune y que en realidad era una «corriente de opinión», nació de forma embrionaria en 2007 tras el atentado de Barajas. «Aquel hecho corroboró que la violencia o la amenaza del uso de la violencia, lejos de solucionar los problemas, los enquista y los hace más irresolubles», llegó a apuntar el acusado, quien, a diferencia del resto de procesados -que sólo contestaron a sus abogados-, sí respondió a las preguntas del fiscal.
El objetivo de ese grupo, afirmó, era un «cambio radical», una «enmienda a la totalidad» en la izquierda abertzale para romper definitivamente con la «lucha armada». «ETA pensaba que era posible acumular fuerzas manteniendo la lucha armada, y nosotros no».
Ni una sola vez la presidenta del tribunal, Ángela Murillo, -que en otro juicio se enfrentó con el procesado y fue censurada por el Supremo- cortó su discurso, en el que aseguró que «nosotros, que sí tenemos argumentos políticos, necesitamos que la violencia desaparezca irreversiblemente de nuestro país».
Otegi reconoció que la T-4 supuso el «punto de inflexión» a la hora de replantear la estrategia de la izquierda abertzale, y aunque, según dijo, él en el pasado consideró «entendible» la lucha armada, llegó un momento en el que personalmente consideró que ya no era posible «contextualizar» la violencia por la existencia de un conflicto político. Una reflexión que, según dijo, compartía con Díez o Rufi Etxeberria y que contrastaron con personas de otras generaciones de la izquierda abertzale, que se mostraron de acuerdo, en referencia a algunos de los acusados en el juicio.
Durante la sesión de la mañana fue el exsecretario general de LAB el que se esforzó en tratar de desmontar la tesis policial de que Bateragune era una iniciativa de ETA para resucitar Batasuna y ponerla al servicio de los terroristas. Insistió una y otra vez en que los detenidos nunca formaron parte de una «comisión» u «órgano» de la izquierda abertzale, sino que eran un grupo de conocidos que se reunía con la única intención de crear un «debate» para «para abrir una nueva fase» en el País Vasco, en la que los independentistas «rompieran amarras» con ETA y apostaran «exclusivamente por vías políticas y democráticas».
Según Díez, él mismo y Otegi, como «animales políticos» que eran, fueron los encargados de «abrir el melón del debate político» para arrastrar al resto de la izquierda abertzale a la apuesta por vías pacíficas. Y todo sin ningún «contacto con ETA».
DIARIO VASCO, 28/6/11