Otegi escenifica en la Audiencia Nacional su ruptura con ETA

«Una bomba de ETA nos reventaría la estrategia diseñada y nos quitaría credibilidad durante generaciones», dice ante el tribunal

Afirma que la izquierda abertzale tiene «una posición absolutamente contraria» a la de la banda

Pocas veces Arnaldo Otegi se ha mostrado tan rotundo sobre la violencia de ETA. El exportavoz de Batasuna quiso evidenciar ayer su ruptura con la banda terrorista y su «rechazo» a las acciones violentas en un escenario tan significativo como la Audiencia Nacional, donde hasta el 7 de julio se le juzga, junto a otros siete dirigentes abertzales como el exsecretario general de LAB Rafa Díez Usabiaga, por el presunto intento de reconstruir la coalición ilegalizada a través de la plataforma Bateragune. Ante el tribunal aseguró que la izquierda abertzale mantiene «una posición absolutamente contraria a ETA» y que sus tesis ahora son «diametralmente opuestas» e «incompatibles» con las de la organización terrorista porque, en su opinión, la lucha armada «ya no tiene sentido» y es «ineficaz» para configurar un polo de fuerzas soberanistas que impulse la independencia en Euskadi.

EN BOCA DE OTEGI

SOSPECHAS SOBRE GARZÓN «¿Por qué no ordenó detener a quienes pretendían sabotear nuestra línea moderada? Como en los concursos, hasta aquí puedo leer»
LA T4, PUNTO DE INFLEXIÓN «Aquel hecho corroboró que la violencia, lejos de solucionar los problemas, los enquista»
CAMINO SIN RETORNO «Ya no es posible combinar lucha armada y política, con treguas más o menos largas»
LO QUE SUPONDRÍA UN ATENTADO «Si ETA comete un atentado, es nuestro suicidio político. ¿Cómo vamos a meter a nuestro pueblo en semejante embarcada?»
SU «RUPTURA» CON ETA «Si me permiten la frivolidad, es como dejar el tabaco. Se puede abandonar poco a poco pero eso produce recaídas»

Otegi demostró en la Sala que sigue ostentando el liderazgo de la izquierda abertzale. Probablemente espoleado por los «magníficos» resultados de Bildu, una coalición que «demuestra», en su opinión, que lo que él decía «hace dos años se está cumpliendo ahora». La Alcaldía de San Sebastián, el gobierno de la Diputación de Gipuzkoa y los 300.000 votos cosechados en las municipales «evidencian» que la acumulación de fuerzas da más réditos que el uso de las pistolas, vino a decir.

Ningún representante de este colectivo había sido tan claro en los últimos meses como el exportavoz de Batasuna. Fue el único de los procesados que aceptó responder a las preguntas del fiscal, Vicente González Mota, y no atender en exclusiva a las de su defensa, ejercida por Jone Goirizelaia. El gesto ya de por sí es significativo. Sólo en una ocasión anterior había aceptado contestar al Ministerio Público. Fue en el proceso que se siguió contra él también en la Audiencia Nacional acusado de enaltecer a ETA en un acto de homenaje a la terrorista Olaia Castresana, fallecida en 2001 al explotarle la bomba que manipulaba en un apartamento de Torrevieja.

Rechazo pero no condena

No condenó a ETA, pero sí mostró su «rechazo» a su actividad. Y utilizó desde el primer momento un lenguaje directo. Comparable al que empleó el abogado Iñigo Iruin -ayer ejerció como letrado de Díez Usabiaga- hace tres meses cuando alegó ante el Supremo que Sortu era una apuesta sincera de la izquierda abertzale por romper con el pasado y por centrarse en las vías exclusivamente políticas.

Ante el tribunal que preside Angela Murillo, Otegi negó que cuando fue detenido el 13 de octubre de 2009 estuviera intentando refundar Batasuna y descartó formar parte de Bateragune, un órgano que, como el resto de procesados, dijo que pertenece a Ekin, una de las ramas de ETA. Todo lo contrario. El exportavoz radical sostuvo ayer que en aquel momento llevaba «meses» maquinando un «cambio radical» a la estrategia de la izquierda abertzale tradicional con planteamientos «enfrentados» a los de la organización terrorista. Incluso dio a entender que esas maniobras se ocultaron de alguna manera a la banda, que no les dio órdenes «en ningún momento», cuando reconoció que mantuvo reuniones tanto en Euskadi y Navarra como en el País Vasco francés -aunque tenía prohibido cruzar la frontera con Francia- para conseguir añadir «adeptos» a su causa y que «ganara» en el debate interno con las bases de este movimiento la opción que él defendía: el uso de las vías «exclusivamente pacíficas» frente a las «tesis» de la organización terrorista «que defendía una estrategia político-militar».

ETA se había convertido, sostuvo, en un «grave problema» para Batasuna desde que una furgoneta bomba dinamitó el parking de la T4 en el aeropuerto de Barajas, asesinó a dos inmigrantes ecuatorianos y acabó con el proceso de paz y las negociaciones con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. El atentado dejó «conmocionados» a los dirigentes de la izquierda abertzale, en palabras de Díez Usabiaga, y les «corroboró» una idea que llevaban labrando desde los tiempos del pacto de Estella, según añadió Otegi: «la violencia, lejos de solucionar los problemas, los enquista, los alarga y los hace irresolubles». Una creencia que, aseguró el político de Elgoibar, transmitió a la propia cúpula etarra «en privado» a comienzos de 2007, perpetrada ya la acción de Barajas, en una de las «últimas» reuniones que en Suiza mantuvieron representantes del Ejecutivo de Zapatero, de Batasuna y de la organización terrorista.

Es en ese «escenario» donde Otegi y Díez Usabiaga optaron por activar un «grupo de trabajo», «corriente de opinión» o «lobby», «sin estructura determinada», que impulsara entre las bases un «gran debate» que dejara atrás la violencia etarra. «Los hombres de Otegi», los definió el exportavoz abertzale. Fue entonces cuando, parafraseando al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, la izquierda abertzale discutió si elegía «entre votos o bombas». Una «enmienda a la totalidad» al pasado y a los planteamientos de ETA sobre la «lucha armada». «Nunca antes habíamos hablado de esto», reconoció el exlíder de Batasuna, antes de añadir que esa actitud provocó fricciones «internas» y reproches por parte de la cúpula terrorista, que entendía que se la formación política se estaba adentrando «en terrenos que no nos correspondían». «Ganamos nosotros», subrayó.

«Suicidio político»

Otegi también quiso desechar otra de las tesis de la acusación -la Fiscalía pide 10 años de cárcel para los ocho imputados-, quien considera que la apuesta por las vías pacíficas es un truco y que, si ETA vuelve a atentar, la izquierda abertzale seguirá el dictado de los terroristas. En su opinión, la estrategia de «parones» en la actividad violenta «se ha demostrado como fracasada». Callar ante la banda si esta decidiera romper la tregua verificable anunciada en enero sería, dijo, «nuestro suicidio político» y el final de cualquier intento de acumular fuerzas soberanistas para impulsar la independencia. «Eso reventaría nuestra credibilidad durante varias generaciones. Pondría en peligro a todo el Movimiento de Liberación Nacional Vasco. No podemos exponer nuestra estrategia a nuevas bombas», reconoció. E insistió: «Si ETA actúa, nosotros nos suicidamos; el país se marcha del país; y la gente se sentiría absolutamente frustrada. ¿Cómo metemos a nuestro pueblo en semejante embarcada?». En un símil que reconoció «frívolo» aseguró que la «división» que mantienen con los terroristas ha sido como «dejar el tabaco, no se puede hacer poco a poco, tiene que ser radical».

Su discurso político, que en ningún momento fue interrumpido ni por la presidenta de la sala ni por el fiscal, estuvo precedido por la mañana por la declaración de Díez Usabiaga quien también definió su proyecto como el intento de «romper amarras» con ETA y «dar por cerrado el ciclo de la lucha armada», «abriendo el melón» de la izquierda abertzale y su silencio ante la actividad terrorista. Fue el «punto de inflexión», «el gran debate» sostuvo el exsecretario general de LAB.

EL CORREO, 28/6/11