Arreando

Es necesario un impulso de ruptura; si no, nunca descubriríamos la razón de ser de este Gobierno que se enfrenta a una tarea casi de Prometeo. Hay que cambiar no sólo el lenguaje, sino hasta la lógica del pasado, por la que todos consideraban imprescindible al PNV. Se partía de bases falsas. Incluso se va a acabar con ETA sin el PNV en el Gobierno. Quizás por ello.

El pasado fin de semana, quizás sensible a los reproches y a cuestiones de imagen, el lehendakari López se ha dirigido con un cierto tono de arenga a sus colaboradores y a la militancia socialista para arrear en su labor y superar las críticas. Al menos una cosa hemos ganado en este aspecto, nuestro gobernante no es una efigie, reacciona. Posiblemente el marco utilizado no sea el más adecuado, ante sus colaboradores y su militancia, pero no se nos oculta que en esta sociedad mediática el auténtico destinatario es la opinión pública, que necesita saber hacia dónde se dirige el Gobierno, ya que sus protagonistas no dieron demasiadas pistas con anterioridad a las elecciones. Resulta evidente que si el Gobierno hubiera acabado por constituirse con el PNV el discurso de López sería hoy diametralmente diferente. Es más, casi seguro que no sería lehendakari.

No hubo pistas, ni siquiera el anuncio, por tímido que fuera, de un Gobierno con el apoyo del PP. Hecho al que tiene que ir acostumbrándose la ciudadanía, pues nadie se lo dijo previamente. Pero los viejos del lugar barajábamos la hipótesis de que la única posibilidad de que Patxi acabara de lehendakari era con el PP. Ya conocimos la experiencia de 1986, que aún ganando los socialistas le dieron la presidencia a Ardanza, y era demasiado esperar que el PSE fuera el partido más votado. Y como la formulación del gobierno ha sido la inesperada, el mismo lehendakari tiene que explicar a posteriori demasiadas cuestiones.

En una sociedad tan compleja, representada por tantos partidos, donde las mayorías absolutas ni siquiera las alcanza el PNV, el anuncio de la futura alianza para constituir la mayoría es fundamental para reconocer qué proyecto de gobierno se plantea. Otra cosa es que la sinceridad diera este resultado: un gobierno monocolor del PSE. Y las explicaciones realizadas son interesantes. López asume el cambio, «hemos venido a cambiar el futuro de Euskadi», e incluso osa, en ruptura con el pasado, rechazar los debates identitarios, evitando el hipnótico ensimismamiento social del «somos o si no somos y si somos decidimos». Lemas más propios de una tribu bajo un chaman que de una sociedad tan a la última como de la que nos gusta alardear.

Hay un impulso de ruptura necesario, pues caso contrario nunca descubriríamos la razón de ser de este Gobierno que se enfrenta a una tarea casi de Prometeo. Pues se habrán dado cuenta de que no sólo el lenguaje sino hasta la lógica hay que cambiarlos. La lógica del pasado por la que todo el mundo esperaba que el PNV tuviera el mando, elevándole a imprescindible para la gobernabilidad de Euskadi, asumiendo sus argumentaciones como axiomáticas, necesitando su presencia para la desaparición de la violencia, pusieron la democracia a sus pies. Se partía de bases falsas. No hay más que ver que se va a acabar con ETA estando el PNV fuera del Gobierno. Quizás por ello.

Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 19/1/2010