HERMANN TERTSCH- ABC

Es una gran oportunidad para la Nación Española

LA ola de desolación que cubrió España el día 1 de octubre ha generado el mayor ambiente general de tristeza y pesimismo que se percibe en España en muchas décadas. Quizás sí, quizás haya que remontarse al año 1936 para encontrar un estado de ánimo de angustia y fatalismo como el que se respira después de los acontecimientos del domingo en Barcelona. Una minoría separatista festeja en Cataluña su bien fraguado triunfo de trampas, mentiras e imposturas con el que se promete poder engañar al mundo para que apoye su sinrazón y un proyecto básicamente fraudulento y definido por su matonismo y la procacidad de sus desprecios a las reglas democráticas, a la honradez intelectual y la probidad personal. Mientras, millones de españoles dentro y fuera de Cataluña sienten dolor, humillación y desamparo, sentimientos estos sí muy reales y auténticos y por lo demás no extraños en la larga historia de la vieja nación española.

Los españoles están tristes con razón. El domingo vieron en directo, –en unas televisiones volcadas en hacer daño al Estado de Derecho y beneficiar al crimen político–, cómo triunfaba la añagaza de unos taimados y mediocres gobernantes de provincias acaudillando a una masa fanatizada, adoctrinada en la lealtad tribal y la xenofobia. Ganaba la batalla a la noble idea de la legalidad y la verdad. Defendida por unos policías y guardias civiles que pusieron en peligro su propia integridad para minimizar los riesgos a gentes movilizadas contra ellos en un odio químicamente puro. Y vilipendiados por medios españoles que el gobierno del PP ha dejado en manos de separatistas y comunistas. A esos medios españoles hispanófobos se ha unido en esta ocasión toda la marabunta de la prensa internacional en su 90% sometida a la corrección política socialdemócrata que no se rige por la verdad sino por la moral, por la suya, por supuesto. Lo han demostrado con sus cataratas de mentiras contra Trump, Hungría o todo lo que cuestione el consenso bienpensante globalista. Nada mejor para más espacio en portada, más tiempo de emisión, más relieve, que esa lucha del David catalán «antifascista» contra un Goliath que tenía un abuelo facha.

El problema no está en la mala fe de quienes desde la ignorante y frívola prensa internacional ayudan al golpismo separatista a buscar protección exterior contra la reacción del Estado democrático y de la Nación. Que llegará y habrá de restaurar la legalidad en toda España. El problema está en la ineptitud, la ignorancia y la desesperante impotencia del Gobierno y su gente para presentar un mensaje de defensa racional y coherente de la posición de la España leal frente a la golpista. Si Rajoy y su vicepresidenta causaron indignación y rabia el domingo por sus obscenos discursos de negación de la realidad, escuchar al ministro de Exteriores intentar defender a España en televisiones foráneas da simplemente vergüenza. El gobierno debió crear equipos capaces de defender en redes y medios los intereses de España. Pero se ha dedicado un lustro a utilizar los medios para sus mezquindades políticas y personales.