SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO
Este es un asunto que tiene mucha letra y poco pensamiento detrás. Cómo entrevistar a un terrorista y salir indemne del intento, gran asunto sobre el que teorizamos de vez en cuando. Los ingleses nos llevaban alguna ventaja en esto; la BBC no entrevistaba a los miembros del IRA con su propia voz. A Gerry Adams, que era un Otegi con mejor aspecto y más aseado, aunque igual de terrorista, le ponían un doble para sacarlo en la tele.
El Manual de estilo de RTVE tiene un capítulo V dedicado a Cuestiones sensibles. Dentro del apartado V: «Las entrevistas a miembros de organizaciones terroristas y a políticos pertenecientes a grupos que justifican o no condenan la violencia sólo tienen cabida en RTVE en casos de muy especial interés informativo. RTVE empleará los procedimientos necesarios y conforme a la ley para evitar que sus medios sean utilizados para practicar apología del terrorismo».
No se acierta a adivinar cuál es el muy especial interés informativo de una entrevista a Otegi, salvo el propio hecho del blanqueo. Ni la cuestión navarra ni la posición que iban a mantener en el Congreso durante el homenaje a la víctimas del terrorismo justificaban su entrevista en TVE.
Esto, sin embargo, nos ha permitido comprobar para qué tiene el doctor Fraude a la administradora única: para estas cochinadas, aunque no se acierta a adivinar el partido que saca de haber encabronado al mismo tiempo a todas las víctimas del terrorismo. Un periodista debe guiarse por el sentido común y asumir que la entrevista debe conducirla él, no el interés del entrevistado; eso es propaganda. No se trata sólo de pedirle muchas veces que condene las acciones terroristas; no lo hará.
Explicó que él había dejado clara su posición sobre el tema en un libro que escribió en la cárcel hace algunos años: «Lo siento de corazón si hemos generado más dolor a las víctimas del necesario o del que teníamos derecho a hacer». Hay, por lo visto, unas dosis de dolor homeopáticas, por debajo de las cuales las víctimas no tienen derecho a quejarse. ¿Derecho a causar dolor?
Jordi Évole, virtuoso de la entrevista-masaje, ya le planteaba la condena hace 10 años: «Arnaldo Otegi, qué fuerte, es la primera vez que saludo a un líder de la izquierda abertzale… Yo creo que tú, un día, te envalentonas y dices: ‘Me cago en la puta, hoy condeno la violencia, yo creo que mucha gente te seguiría y la cosa podría empezar a rular’». Otegi le miraba entornando los ojillos maliciosos y crueles y le respondía con cierta sorna: «¿Sí, tú crees? Yo creo que sin hacer eso la cosa va a rular».
Él explicaba a su pastueño interlocutor el imposible lógico de condenar la violencia: «¿Cómo voy a condenar algo que no condené en su día y por lo que ya he pagado?».