EL MUNDO – 06/01/16
· Llama ahora «hiperrevolucionaria» a la CUP, le avisa de que convocará elecciones el lunes y desoye la petición de ERC de volver a negociar.
· Artur Mas dio ayer por iniciada la precampaña de las nuevas elecciones en Cataluña, que se celebrarán con casi toda seguridad el 6 de marzo. En un discurso vehemente, cerró la puerta a la posibilidad de retirarse, como le piden la CUP y cada vez más voces de Esquerra, para propiciar el inicio de la legislatura.
El presidente de la Generalitat en funciones se atrincheró: dijo que no se va «por dignidad» y que es escéptico con respecto a un acuerdo de última hora, pese a los llamamientos de Oriol Junqueras a seguir negociando. Mas firmará el lunes el decreto de convocatoria; la reedición de Junts pel Sí, la coalición que unió a Convergència y ERC en las últimas elecciones, parece imposible.
Mas vinculó ayer la pervivencia del proceso soberanista a su propio futuro político
El president, que fue número cuatro en la lista de Junts pel Sí y que anunció que no sería «un obstáculo» para la independencia, no está dispuesto ahora a aceptar un puesto secundario en el nuevo Govern. Prefiere que se celebren nuevas elecciones: «El lunes que viene, el día 11, firmaré el decreto de convocatoria, aunque preferiría no hacerlo».
Los independentistas son conscientes de que les costará superar el desencanto en el que han caído muchos de sus votantes. Las elecciones del 27 de septiembre se vendieron como «las últimas de la Cataluña autonómica», y concitaron una expectación nunca vista en unas autonómicas. Junts pel Sí pidió apoyo con el lema El voto de tu vida, y la participación superó en 17 puntos la media de las convocatorias anteriores.
Todos los partidos que buscan la ruptura con España coinciden en que el adelanto es el peor escenario para lograr sus objetivos. Pero ningún argumento convenció a Mas: Junts pel Sí se quedó en 62 diputados, a ocho de la mayoría absoluta, y en tres meses de negociaciones no ha logrado convencer a la CUP de que acepte reelegir al president.
Tanto Convergència como Esquerra parecen ya en precampaña, y ahora luchan por imponer su versión de los hechos. Nadie quiere aparecer como el culpable del tropiezo del procés: por eso Junqueras instó el lunes a «negociar hasta el último minuto» aunque sabía que apenas había opciones de acuerdo, y por eso Mas insistió ayer en que tan responsables de la situación son los republicanos como él, porque han «negociado siempre juntos» con la CUP.
Hubo ayer por la mañana rumores insistentes de que Mas podría anunciar un paso atrás. Pero Raül Romeva, el número uno simbólico de Junts pel Sí, se encargó de disipar dudas tras la reunión del grupo parlamentario: «El nombre [para la investidura] sigue siendo el que ha sido siempre».
Poco después, en su comparecencia, Mas se apoyó en esa reunión para trasladar que no se retira porque hay un acuerdo de Junts pel Sí que también compromete a Esquerra. El presidente en funciones intentó así devolver la pelota al tejado de la CUP, pero los antisistema ya han avisado de que su no es definitivo, y por eso no se espera ningún avance en la reunión entre ambos grupos que se ha programado para mañana.
Mas estuvo durísimo contra la CUP, el partido con el que lleva tres meses negociando, en ocasiones en persona. Dijo que si triunfan las tesis de los antisistema –de quienes se mofó atribuyéndoles la intención de llevar a cabo «la híper revolución social de las súper izquierdas»– el proceso soberanista estará muerto.
No fue el único momento en que Mas volvió a la retórica clásica convergente, con la voluntad de recuperar al electorado moderado de cara a los nuevos comicios. Entre otras acusaciones, dijo que la CUP pone «palos en las ruedas» del procés por negarse a votar su investidura.
«Junts pel Sí no puede hacer nuevas concesiones, y eso lo incluye todo. Si hacemos otra concesión, y sobre todo de ese nivel, el mensaje que enviamos es que el proceso se construye a base de exclusiones y vetos», añadió para descartar su retirada.
Mas cree ahora que «la CUP no tiene sentido de país» porque no tiene en cuenta a una parte de la sociedad catalana: las clases medias. Varios diputados anticapitalistas han insistido en los últimos días en que no piden que Mas deje la política, sino que simplemente acceda a que otra persona ocupe la Presidencia.
Dejó claro que no lo hará. Por dos cosas: por «eficacia» y por «dignidad». «El procés sólo puede avanzar si incluye a todos los que creen en él. Si esta mentalidad impera en la CUP, hay que decirles que no», aseguró.
Y, en un intento por contrarrestar las críticas de la oposición, que desde hace semanas le acusa de vender su cargo en almoneda, defendió la «dignidad» de la institución que preside: «La Presidencia de la Generalitat no es una subasta de pescado, y eso debe quedar muy claro».
Pero, y ya en un tono claramente de precampaña, la prioridad de Mas fue atacar a la CUP. Con una fórmula que ya usó cuando Unió se dividió, el president aludió en todo momento a que el veto es de sólo «la mitad de la CUP», y recordó en varias ocasiones que el número uno de la lista de ese partido, Antonio Baños, ha presentado su renuncia al escaño.
Para Mas, la CUP «no ha entendido nada». Y aunque afirmó que hasta el domingo está «disponible» para negociar, dijo que no habrá más ofrecimientos: «Fue un error confiar en la CUP. Ha quedado claro que lo que impera es el espíritu revolucionario y contra todo».
La comparecencia de ayer inicia definitivamente la pugna por el liderazgo del independentismo. Aunque Mas sostuvo que todas las decisiones han sido compartidas, varios dirigentes de ERC han pedido explícitamente que Mas se aparte. Ayer Joan Tardà reiteró que «por patriotismo» debería «dar un paso atrás», y ERC de Sant Cugat le pidió que esté «a la altura de las circunstancias».
La respuesta de Mas fue tajante. «Yo soy Junts pel Sí», llegó a decir en un momento de su comparecencia. «Toda la negociación con la CUP la ha hecho Junts pel Sí, no Convergència. Siempre había representantes de ERC e independientes en las reuniones, hemos ido absolutamente de la mano», recordó después para impedir que Junqueras se desvincule del fiasco.
EL MUNDO – 06/01/16